por contreras

A Santiago González

Bajo un corto y descalzo cielo
fusilaron a pedro contreras.
Durmió dieciséis horas enteras
y no soñó con el leve velo
de un perdido último anhelo.
Le dijeron que de madrugada
quedaría su deuda saldada,
que conocería al Redentor,
su único posible Salvador;
mas se tardó la hora pactada.

Y por eso Pedro durmió tanto.
Mientras dos campanadas sonaban
ante el Coronel, que almorzaba,
no hubo quién ofreciera llanto
cuando iba Pedro bajo el manto
gris que de sábana a sudario
convertiría cuando un notario
atraviese en línea certera
el nombre de un Pedro Contreras
archivado en asuntos varios.

Se cuadran tres rifles a mansalva
y con eso llegan las ofrendas:
ni cura, cigarrillo, o venda.
—Quiero que ninguno use salvas
—dijo con su aliento de malva.
—¿Una última petición? —terca
voz a sus oídos le alterca.
Asoma un silencioso velo.
Su bandera brame en el cielo.
—Sí: que me disparen más de cerca.
12 de diciembre de 2015

Jorge Luis Pérez Armijos
guayaquileño; 1987 -