Amada

Al duro son del hierro tornaré melodía
para cantar tus ojos —violetas luminosas—
la noche de tu negra cabellera y el día
de tu sonrisa pura, más que las puras rosas.

Tú vienes con el alba y con la primavera
espiritual, con toda la belleza que existe,
con el olor de lirio azul de la pradera
y con la alondra alegre y con la estrella triste.

La historia de mi alma es la de un peregrino
que extraviado una noche en un negro camino
pidió al cielo una luz… y apareció la luna;

pues, estaba de un viaje dolor convaleciente
y llegaste lo mismo que una aurora naciente
en el momento amargo y en la hora oportuna.

Medardo Ángel Silva
guayaquileño; 8 de junio de 1898 - 10 junio de 1919