Yo quiero una mujer divina y pura
cual los tintes de plácida alborada;
una mujer de lánguida mirada
do' se refleje un cielo de ventura.
Un ángel de ilusión y de hermosura,
de blonda cabellera perfumada,
de sonrisa sutil y enamorada,
como la brisa que fugaz murmura.
Bella como la aurora de los mares,
de la inocencia y la virtud tesoro,
que me arrulle en dulcísimos cantares,
que llore entre mis brazos si yo lloro,
que comparta conmigo mis pesares,
y que me adore como yo la adoro.
Ramón Blasco
abderitano; 1864-1899