En un parque

A Francisco y Dalila Illingworth

Con el paso lento y cansado
entran dos hombres a un parque;
el uno avanza, buscando
un lugar donde sentarse
y lo hace al fin banco
que sombrea un árbol grande;
el otro también avanza
distraído; y sin fijarse,
al otro extremo en la misma
banda procede a sentarse...
Pasa un buen rato y ninguno
siquiera contempla el parque;
luego el uno nota al otro;
de reojo empieza a mirarle
y de pronto de levanta;
igualmente el otro parte.
Nunca antes se conocieron.
jamás volverán a hallarse.

Con paso alegre y menudo
entran dos niños a un parque
cada cual con su papá
muy atento y vigilante.
Se sientan los dos señores
en la misma banca de antes
y los dos niños retozan
cada un por su parte
pero de pronto se miran
y comienza a acercarse
cada quien una sonrisa
luciendo bella y radiante.
Empiezan a jugar juntos
y eso acerca a los dos padres:
se presentan y conversan,
primero de sus infantes
y luego de sus familias
y sus trabajos y afanes.
Gracias aquellos dos niños
volverán a saludarse,
volverán a conversarse
cuando regresan al parque...

¡Bendita sea la inocencia
de los niños, que es tan grande
que derriba los prejuicios
que han adquirido los padres!
¿Por qué tratamos de hacer
niños a nuestro talante?
¡Seamos más bien como ellos,
por naturaleza amables!
Tratemos de hacer amigos
y no de crear rivales;
intentemos cooperar,
no destruir, intemperantes;
en lugar de nuestras malas
mañas y artes enseñarles,
busquemos ejemplo en ellos,
nuestros niños, nuestros ángeles.

Ambato, abril de 1983

Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934-2010