cincuenta años de mi vida, intensamente;
y al vislumbrar la meta mi alma siente
que pude dar aún más de lo que he dado.
I no fue voluntad lo que ha faltado.
Siempre traté de ser camino y puente;
de ser trigo y fanal y mano y fuente...
¡y siempre el tiempo corto me ha quedado...!
Pero hay compensaciones grandes, puras:
padres, esposa, e hijas, las mayores:
guía, amor y esperanza en sus figuras.
Me fe en Dios endulzó los días peores.
¡Los yermos que crucé entre rocas duras
siempre se abrieron a aromosas flores!
Clínica Guayaquil, 9 de abril de 1985
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010