sumergido en la clásica elegancia
de la palabra de mis dos abuelos;
apoyado en la frase arquitectónica
y firme de mi padre.
Al principio copiaba
la voz-canción-ternura de mi madre.
Luego calqué silencios
que yo mismo inventaba
para poder oír la voz del mundo.
Finalmente
aprendí a interpretarme desde adentro.
Me converso y me escucho.
Me lloro y me consuelo.
Me río y me prevengo.
Me entrego y me reprocho.
Luego escribo mis versos.
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010