Manos añejas

Manos que aún escriben en mis ochenta años,
este poema de abuelo lleno de sabiduría
muy hábiles y arrugadas de los tiempos pasados
marcadas con rudeza cruel de mi propia vida.

Tienen vitiligo por fuertes soles que ardían
en las canchas arcillosas con mi rostro sudado
guerreando audaz en la arena cuando competía
sostenido por un corazón fiel encorajado.

Porque el deporte fue la pasión de mi existencia
me defendieron de mis caídas estas manos rotas,
sin cuartel siempre adelante sin pedir clemencia
tampoco importarme nunca el triunfo o la derrota.

Manos que se juntaron para orar y bendecir
como la del Maestro para abrazar y acariciar,
se abren para dar un pedazo de pan sin sentir
y las mismas se hacen puño para defender la dignidad.

Manos que se hacen cuencas para el agua beber
se juntan como parlantes para la injusticia gritar
se hicieron lentas por la artrosis al envejecer
pero fieles y sensibles para la angustia mitigar.

Manos que atan los zapatos del caminante viejo,
que por agarrar angustias se hicieron callosas
recogiendo cenizas cuando se quemaron sueños
y alzaron los pedazos de las ilusiones rotas.

Hinchadas e inflamadas por la gota mis manos
toman las manitos gordas de mis nietos queridos,
tímidas para tomar a los bebés entre mis brazos
y temblando bendijeron las bodas de mis hijos.

Manos que no se crearon para dar golpes y pegar
sino estrechar las otras fraternas de los amigos,
para levantar seres tirados en el camino
juntándose piadosas para rezar y suplicar.

Manos duras y ásperas como las del campesino
rústicas laboriosas por la pala y el azadón
como las del alfarero que modela los destinos
y llevan el pan a la mesa amasadas por Dios.

Manos que aliviaron caídas por crueles senderos
nobles y sensibles para levantarme sirvieron,
no permiten dobleces hoy que estoy envejecido
etiquetando marcas de un triunfador invicto.

Mis manos añejas sienten y escriben todavía
gesticulan airadas cuando amerita reclamar
Dios me toma la diestra para hacer poesía
y se inocula en mis arterias para declamar.

Descansarán un día estas manos expresivas
que fueron muy generosas para dar sin sucumbir
no cosas materiales sino esencias de la vida
a los seres humildes como yo, antes de partir.

José Villacreces Vinueza
riobambeño; 1940-

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