Anhelo

¡Oh dolor insondable, desolada amargura
de no hallar en la senda ni la flor de un cariño
y sentirse, al comienzo de la jornada dura,
con cerebro de viejo y corazón de niño!

¡Y que nuestra esperanza haya sido vencida
por la implacable hostilidad del cielo!
¡Y el dolor de sentirse cobarde ante la vida,
y la renunciación de todo noble anhelo!

¡Oh, bienaventurados, en verdad, los que ignoran;
y si es e reír, ríen, y su si es de llorar, lloran
con la simplicidad de su santa ignorancia!

¡Sólo anhelo ser siempre en mis dichas y malas
y vivir la tristeza de los días iguales
como si el alma hubiera retornado a la infancia!

Ernesto Noboa Caamaño
guayaquileño; 1891-1927