A una dama ¡enamorada!

Distinguida y sin poses;
de elevada estatura…
de sonrisa espontánea
y belleza estatuaria–
una dama bien centrada
que a Jorge Luis, el poeta,
lo arrastra de un ala
con su maternal mirada:
¡de novia y compañera!

Que jura hacerlo feliz
si él deja de fumar
«como turco en glacial páramo»
y beberse las bielas frías:
«como árabe sediento»
en el oasis de un ardiente
y alucinante desierto.

Cuya visión proverbial
se materializa en ella;
por eso él le re-jura
que cuando ellos se casen
¡dejará él: pucho y botella(s)!

Durán, 2 de julio de 2013

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943