¡Cuéntame la historia que amargó tu vida,
cuéntame qué embate del Dolor sufriste,
que tu faz ha vuelto mustia y dolorida
y hace tu mirada tan vaga y tan triste!
Quiero que abandones tus exangües manos
en mis manos ávidas de consolaciones,
y abramos la puerta de nuestros arcanos
para oír qué dicen nuestros corazones.
Las horas pasemos rimando esas hondas
semioscurdades de nuestros destinos,
mientras bese el viento tus guedejas blondas
y copien mis ojos tus ojos divinos.
Y al morir la tarde, mientras las pavesas
de la roja hoguera del sol contemplemos,
tal vez se confundan nuestras dos tristezas…
quizá nos amemos… quizá nos amemos…
Ernesto Noboa Caamaño
guayaquileño; 1891-1927