¡Oh, vida inútil, vida triste
que no sabemos en qué emplear!
nos cansa todo lo que existe
por conocido y por vulgar.
¡Nuestro mal no tiene remedio
y por siempre hemos de sufrir
la cruel mordedura del tedio
y la ignominia de vivir!
Frívolos labios de mujeres
nos brindan su hechizo mortal.
¡Infeliz del que oyó en Citeres
la voz del Pecado Mortal!
Vuelan las almas amorosas
hacia los ojos de abenuz,
e igual a incautas mariposas
queman sus alas en la luz.
Pero no tienta al alma mía
dulce mirar o labio pulcro…
yo pienso en el tercero día
de permanencia en el sepulcro.
Tras de los éxtasis risueños
con luna y aves en la brisa,
se deshacen nuestros ensueños
como palacios de ceniza.
Tened de amor el alma llena
y perderéis en la aventura:
eso es hacer casa en la arena,
como nos dice la Escritura.
Invariable, sólo el fastidio;
siempre es el viejo soleen eterno.
El negro lago del suicidio
es la antesala del Infierno.
Idealiza, ten el anhelo
del águila o de las gaviotas:
ya volverás al duro suelo,
Ícaro, con las alas rotas…
Un palimpsesto es nuestra vida:
Dios en él borra, escribe, altera…
mas la última hoja es conocida:
una cruz y una calavera…
Señor, cual Goethe no te pido
la luz celeste con que asombras:
dame la noche del olvido:
yo quiero sombras, sombras, sombras…
¡Estoy sediento, no de humano
consuelo, para mi aflicción:
quiero en el lirio de tu mano
abandonar mi corazón!
¡Como una inútil alimaña
que se arroja lejos de sí,
anhelo arrancarme la entraña
que palpita dentro de mí…
Y con aquella calma fría
del que un precipicio no ve,
iré a buscar mi paz sombría,
no importa dónde… pero iré.
Medardo Ángel Silva
guayaquileño; 8 de junio de 1898 - 10 junio de 1919