A D. Juan Arguedas

¡Ya no existe el amo. Murió, poeta;
y en su altar colocaron al deseo!
Doquier que giro lo mirada inquieta,
miseria y fango y egoísmo veo.

Disfrazado interés, mira secreta,
en las sonrisas cariñosas leo;
y aunque encubierto con falaz careta,
es cada hombre… un comerciante hebreo:

viejos son ya los niños, las mujeres
en almoneda corazón y mano
ponen, cual avarientos mercaderes;

inocencia, amistad, virtud, decoro…
¡mentidos nombres! ¡El linaje humano
postrado yace ante el becerro de oro!

Numa Pompilio Llona
guayaquileño; 1832-1907