No alegra la sabiduría…
No alegra la sabiduría,
porque la pena es conocer
y causa la melancolía
nuestra sola razón de ser.
El prurito de analizar
nos ha perdido,
y el huracán del anhelar
lanzó nuestra nave en el Mar
desconocido…
En la actitud del que ya nada espera…
¡En la actitud del que ya nada espera
nos embriagamos de teorías vagas,
soñando hacer brotar la Primavera
de la infección de nuestras propias llagas!…
¡Señor, contra tu Ley pecado habemos
y, en vez del alma dulce que nos diste,
en el día final te ofreceremos
un corazón leproso, viejo y triste!…
Dulce Jesús, comprendo…
Dulce Jesús, comprendo: toda sabiduría
que de ti nos aleja causa nuestra amargura,
y nuestras alas débiles sobre la tierra oscura,
se agitan vanamente hacia el eterno día.
¡Nuestra mentira, nuestra verdad: cuánta ironía,
ante el amor que pasa y el dolor que perdura,
hasta venir la Reina cuya región sombría
empieza donde acaba todo lo que no dura!…
Yo también como tú, por piedades divinas,
tengo mi cruz y tengo mi corona de espinas,
una sed infinita que mitigar no puedo.
Y como tú, sollozo, Jesús crucificado:
Padre mío: ¿por qué me habéis abandonado?
Sufro tanto…, estoy solo, Señor…, y tengo miedo.
Medardo Ángel Silva
guayaquileño; 8 de junio de 1898 - 10 junio de 1919