Es como un lento y triste retornar a la vida…
y es el inevitable cansancio de volver
del borde de la negra playa desconocida
donde mueren tus olas, ¡oh río de No-ser!
Y el alma, que creía mirar la aurora eterna,
vuelve, cual un iluso viajero macilento
que fue a calmar tu sed a lejana cisterna,
equivocó el camino… ¡y torna más sediento!
Ni un ansia, ni un anhelo, ni siquiera un deseo
agitan este lago crepuscular de mi alma.
Mis labios están húmedos del agua del Letheo.
La muerte me anticipa su don mejor: la calma.
De todas las pasiones llevo apagado el fuego;
no soy sino una sombra de todo lo que he sido,
buscando en las tinieblas, igual a un niño ciego,
el mágico sendero que conduce al olvido.
Por donde ella pasaba la tragedia surgía;
tenía la belleza de una predestinada
y una noche de otoño febril aparecía
en sus ojos inmensos y oscuros retratada…
Y fue bajo el auspicio del padrino Saturno
que deshojé a sus plantas mi juventud florida…
¡Desde entonces padezco de este mal taciturno
que hace una noche eterna del alba de mi vida!
Medardo Ángel Silva
guayaquileño; 8 de junio de 1898 - 10 junio de 1919