De profundis

Bien está la vida… porque Dios la quiso!
Porque es una lejano y azul paraíso
y es una promesa y una tentación.
Porque es una santa vía de amargura…
(Yo sé de una estrella de malaventura
prendida en la noche de mi corazón.)

Yo sé de una estrella de malaventura
que es como la clave de mi senda oscura,
que rige un sistema de fatalidad…
y sólo quisiera bendecirlo todo:
la albura del cisne, la mancha del lodo
y la furia inútil de la tempestad!

Bien está la vida… porque Dios es bueno!
Qué importa un ligero sabor de veneno?
El tónico fuerte sentará mejor.
Los dioses conserven filones de oro…
Y sé que prodigan su rico tesoro
con la gentileza de un nuevo dolor.

Yo sé que prodigan su rico tesoro,
ha tiempo que saben mis ojos lloro,
que cerré mis labios a toda canción.
Y voy por la senda que fijó el destino,
con una paciencia de benedictino,
labrando la copa de mi corazón!

Acaso parezca sutil ironía
ponerle dos alas a la fantasía
para que fabrique dorada Stambul…
Y vaya en su vuelo, por sobre las cosas,
dejando un reguero de piedras preciosas
en el infinito de la tarde azul.

Acaso parezca delirio insensato
llevar la locura de un dulce arrebato
de melancolía por una mujer!
Ya que los humildes no tienen derecho
ni al lujo inocente de rasgarse el pecho
por una mentira que nunca ha de ser!

Pero nada importa… Dirán que la vida,
como una elegante mujer aturdida,
sobre las blanduras de un sueño cayó…
Y desde su lecho florido de rosas
ensalma las penas y olvida las cosas
con el desconsuelo de lo que perdió.

Dirán que el camino penoso fue largo…
Que la desventura, con nepente amargo,
mojó nuestros labios en la extrema unción.
Dirán que a los buenos el odio quebranta….
¡Pero los calvarios de Semana Santa
tienen un Domingo de Resurrección!

Dirás que es muy duro, que vacila el paso
de los infelices que burló el fracaso
cuando una sirena les hizo dormir.
Pero hay que infundirles vigor a las alas,
aunque el sortilegio de las cosas malas
enmarañe todo lo que ha de venir.

Yo tuve la gloria del padre Infortunio!
Me helé con enero, me abrasé con junio.
Y ya no me duelen fatigas ni sed.
Porque sólo añoro, con unción divina,
de las romerías de mi Palestina
los atardeceres de mi Nazareth!

Bien está la vida… porque Dios la quiso!
Tiene su serpiente cada paraíso.
Tiene su manzana cada tentación.
Bien está el camino de santa amargura.
Y bien esa estrella de malaventura
prendida en la noche de mi corazón!

José María Egas
mantense; 1896-1982