La canción del enemigo

Y yo te bendigo,
cordial enemigo,
por todo lo malo
que fuiste conmigo!

–José María Egas

Vuelve a tus rediles, corazón extraño!
Todo lo que pierdas lo voy a ganar…
Yo mismo me duelo de tu desengaño
cuando te acurrucas para hacerme daño
y te empequeñeces al verme pasar!

Deja el abandono de tu yermo frío.
Vuelve a los rediles de Nuestro Señor!
Ya ves que me duelo de tu desvarío…
Y te hago una seña, corazón baldío,
desde la inclinada torre de mi amor.

Yo bien te dejara la loca esperanza,
la inútil locura de seguir detrás…
a ver si tu pobre guijarro me alcanza
hasta la inasible bienaventuranza
de los que vivimos nuestra vida en paz.

Yo bien te dejara, con tu orgullo insano,
perdido en la selva de tu confusión.
Pero es que no puede mi amor soberano…
Tengo, por instinto, que tender la mano
y abrir los nidales de mi corazón.

Por eso te busco; por eso te sigo
en los laberintos de la multitud.
¡Y sin que lo sepas, cordial enemigo,
te doy, por lo malo que fuiste conmigo,
venganza de estrella, de nardo y laúd!

Pero no te exaltes, corazón pequeño!
Vuelve a la montaña, vuelve a tu redil.
Acaso al conjuro de tu loco empeño
se afine el instinto de mi clavileño
y se haga más puro mi canto de abril.

Acaso no puedas malograr la fina
hebra de mis blancos telares de amor…
Y sólo consigues con tu mala espina
que colmen mi vaso sangre divina
los dulces viñedos de Nuestro Señor.

Sal de tu egoísmo, sal de tu recodo,
y abre tus murallas para comprender…
¡Yo soy un poeta que vive a su modo,
porque ya lo tiene perdonado todo
cuanto los humanos le pueden hacer!

Y así no comprendes… Acaso algún día
–de tantos que lleva la rueca fatal—
en que nada esperes, porque todo hastía,
¡rezarás por mí Salve de melancolía
sobre tu difunto pecado mortal!

José María Egas
mantense; 1896-1982