Apaga el sol sus luminosas fraguas
y sobre el mar –cuya belleza asombra–
yo te siento venir como la sombra
del divino Jesús sobre las aguas.
A mi doliente soledad te sumas;
en mis saudades silenciosa rondas;
mientras mutila el seno de las ondas
la nave airosa entre un albor de espumas.
Más, de repente sueño contemplarte
muerta, mientras levanta su estandarte
la noche acribillada de luceros.
Y en el confín del mar triste me pierdo.
Y se quedan mis ojos prisioneros
del inmenso dolor de tu recuerdo.
Vicente Amador Flor Cedeño
portovejense; 1902-1975