A Mariana y Arturo Armijos

Un hombre
lamiendo en sus entrañas
las llagas de su vida
recostado en las gradas que se abren
a un inmenso zaguán, duerme despierto
con la mirada fija
de que lo que fuese --por así llamarla--
su existencia.

Ya no recuerda nada
tampoco espera nada
pues ni siquiera sabe o supo nunca
lo que es la esperanza.

Su poncho
es del mismo color que su pretérito.

De pronto
se asoma un grito desde la penumbra
interior del zaguán:
¡yasaldeai, so vago
o le daré llamando al policía...!!

El hombre
con un largo gemido alza sus huesos.
Ya presentía el grito.

Nunca vio que una mano
se tendiera hacia él con gesto manso.
Se acostumbró a los golpes
del padre, de la madre, los patrones
i los mordiscos de furiosos canes...

Se apoyó tembloroso
en la pared de adobe
hacia otro zaguán, hacia otro grito,
hacia otro
de sus últimos puntos suspensivos.

Loja

Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010