Ambato

Ambato es un durazno
que me vengo comiendo
poco a poco
desde que era un niño
que llegaba hasta aquí de vacaciones
en un jadeante tren.
Aquí aprendí el olor del eucalipto
el sabor de las frutas
antes jamás probadas
la colada morada, el pinol, la melcocha,
los higos confitados.
Aprendí la canción del río andino,
el mágico aletear del colibrí,
la voz del rondador i de la flauta,
el olor verdelegumbre de las ferias.
Ambato, en fin, fue mi primer contacto
con el mundo que había casa afuera
i con la patria mía.

Ambato es un durazno
que, cuando lo muerdo,
se regenera i crece;
por eso vuelvo
i no me canso de seguirlo saboreando
despacio con el alma.

Francisco E. Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2012