Serranía

La luna clava alfileres
entre la risa del río
(el río sonríe tanto
porque nunca siente frío).

La niebla va descendiendo
sobre los árboles rígidos.
La tarde está perfumada
de humedad y de eucalipto.

La vaca va transformando
verde hierba en lácteo líquido.
Los borregos no comprenden
por qué no abriga su abrigo.

De repente la llovizna
se ha transformado en granizo.
Un húmedo ra-ta-plan
se prolonga en el camino.

Detrás del algún pajonal
ha llorado un indiecito
y el llanto que hay en sus ojos
también asoma a los míos...

Quito, marzo de 1971

Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934