Para que hagan azúcar trabajabas
y la hiel te raspaba la garganta.
Como si todo el llanto no bastara
que derramas jornada tras jornada,
humo de hacer llorar te envenenaba
y otro maligno gas en tus entrañas
descosía profundas puñaladas.
Si queriendo fugar te amontonabas,
tú mismo te pisabas las espaldas.
Y si a gas y pisadas escapabas
caías abatido por las ráfagas.
Hubo silencio cómplice en las actas.
Otra cruz de ignominia en las espaldas.
Y se sigue muriendo la esperanza.
Noviembre de 1977
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010
guayaquileño; 1934 - 2010