A mi madre

Me has dado, madre mía, tantas cosas...
y ha sido tan callado tu tormento...
Antes que diera yo el primer acento
comenzó el sacrificio de tus rosas...

Tú aliviaste mis noches angustiosas;
tu palabra curó mi abatimiento;
y tuve horas de máximo contento
cuando escuché tus risas armoniosas.

Tu presencia serena y placentera
hizo falta en las noches invernales
y haría más de luz la primavera...

¡Y del alma en las dudas y en los males
más todavía aquí, en tierra extranjera,
faltaron tus consejos maternales!

Milford, mayo de 1954

Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010