Cuando muera

No vayas a llorar cuando me muera.
No seas como aquellos que se dejan
llevar por lo que llaman duelo o pena
pero es miedo a lo ignoto, con certeza.

No vistas luto, cuando yo muera.
Son un pregón las vestimentas negras
que clama: ¡estoy de duelo, vengan, vengan
a condolerse todos de mi pérdida!

No vayas a encerrarme, cuando muera,
en ataúd de altísona presencia;
una caja sencilla de madera
para mis restos suficiente sea.

No veles mi cadáver, cuando muera,
Hay sepelios que más parecen ferias;
yo quiero que me entierren con presteza
y que sean sencillas mis exequias.

No convoques a misas cuando yo muera.
Si méritos yo no hice en la exigencia
por conseguir de Dios la dicha eterna,
¿para qué la tardía prez ajena?

No acostumbres a hacer, cuando yo muera,
periódicas visitas, a mi huesa;
vive tu vida para los que quedan
y lleva flores a quien pueda verlas.

Y aunque no he de morir cuando me muera
sino después, cuando desaparezca 
de mí toda memoria en esta tierra,
no desde de cumplir con todas estas
cosas que aquí te pido, cuando muera.

Enero de 1967

Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010