A mi esposa
Cinco años el embate de la vida
hemos capeado con fortuna grata
y si Dios quiere habrá de ser de plata
o aún de oro nuestra gracia presentida.
Pues no será inconstancia lo que impida
que esta dicha que fácil se dilata
aquella meta alcance y no se abata:
sólo la muerte, ciega en su embestida.
Y aunque ante ella algún día nos rindamos;
como después los frutos del terreno
amor, que en risa y llanto cultivamos
porque perdure este cariño bueno,
allá en el cielo, si es que en Dios confiamos,
nuestro éxtasis de amor será ya pleno.
Diciembre de 1966
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010