No me dará vergüenza confesar
que el cruel, terrible golpe que me has dado,
tan adentro de mí, certero, ha entrado,
que no he podido menos que llorar...
¡Y es la ocasión primera que he llorado
al no poder con un amor contar!
Pudiste tanto mi alma cautivar
que tal ha sido el duelo que ha causado...
Jamás, lo sé muy bien, podré olvidarte
y nunca, nunca dejaré de amarte...
Te haré un altar sobre mi corazón.
Un altar en el que, ante tu figura,
esté, sangrante hasta la empuñadura,
el puñal que me hirió: tu negación.
1953
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010