No puedo cantarte, Guayaquil...

A José Alejandro Guzmán Rodríguez

¡Ay!, no puedo cantarte, Guayaquil, mientras lloran
en tus barrios más pobres cien mil ojos opacos,
mientras se extienden brazos temblorosos y flacos
que un mendrugo aunque sea de duro pan, imploran.

El suburbio se abraza de la ciudad, clamante.
Sus esperanzas, grita, se convierten en lodo.
¿Qué recibe? Basura*. Y en el ambiente todo
es el olor como una bofetada gigante.

Allá en la bocacalle del fango y de las cañas
muerto hallaron a un niño, la cara contra el barro--
al morir, delirante, morder quiso un guijarro
mientras le apuñaleaba el hambre las entrañas.

¡Ah, sí! Quizá nosotros en cómoda poltrona
leímos  en el diario de aquel triste suceso
y nos dijimos, ,,pobre!"... Y nada más. Sólo eso.
Y aquella misma tarde, con carita llorona

vino un rapaz rotoso, de apariencia doliente
a pedirnos dos reales con voz que el hambre ahogaba...
y sólo porque olía a pobreza y lloraba
le gritamos, ,,caramba, deja en paz a la gente!"

...,,Deja en paz a la gente"... ¡Ay, criatura llorosa!
¡Cuántas veces incluso yo cometí el pecado
de alejar tu clamante manita de mi lado...
y dejé de ser gente. Hoy comprendo tal cosa.

¡Cuántas almas vegetan en el malsano ambiente
de ese suburbio, donde es un lujo aseo!
Donde sólo dos leyes, la fuerza y el deseo,
encaminan y forjan corazones y mentes...

Al borde de un abismo se vive, cuyo nombre
puede ser vicio, crimen, perdición o ignorancia;
y nada se hace, ¡nada!, por matar la vagancia
que propicia la vida disipada en el hombre.

No. No puedo cantarte, Guayaquil. El sollozo
inmenso del suburbio tal eco tiene en mi alma
que ahuyenta de mi ánimo el júbilo y la calma.
Y no puedo cantar en tu día glorioso.

*Se alude a los rellenos con basura en los barrios suburbanos.

5 de octubre de 1965

Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010