Ven, amada, a mis brazos, suavemente;
como el sueño a cansado peregrino.
Ven, y en tus labios bríndame el divino,
gustoso vino de tu beso ardiente.
Bésame; así, primero: dulcemente.
Con suave y tierno beso; leve y fino.
Pero a medida que me embriague el vino
nos besaremos con pasión creciente.
Tal el arroyo; cuando hace, lento
busca su cauce; luego, impetuoso
llega hasta el mar y abrázalo, violento.
Tierno primero el beso generoso.
Y ebrios al fin de amor en un momento
nos envidien torrente y mar undoso.
Francisco Pérez Febres-Cordero
guayaquileño; 1934 - 2010