VI

Algo hinchados tus párpados observo
y húmedo tu pañuelo.
¿Has llorado, querida niña mía?
Acompaño tu duelo.

Pero, ¿sabes?, más hermosa te veo;
las lágrimas no dañan
tu sin igual belleza, ni lo fúlgido
de tus ojos empañan.

Que tampoco al jardín belleza quita
ni las flores desdora
el brillante rocío que suave
vierte la aurora.