Descansa en paz, Arafat

¡Abú ammar, abú ammar;
desde hoy descansas en paz ¿…?
en la Muqata: Arafat!

Morada y cuartel final
que, el sionista criminal;
¡vil usurpador territorial!,
te impuso como hábitat!

Hoy, al extrañarte de Jerusalén…
Seis mil años de historia, borrar quiere
el judío cruel; Cain que interfiere
tu sempiterno yacer…
¡martirizado, Abel!

Cegatón, aquel fariseo;
cómo al Jesús de Belén:
¡llama votiva, ícono del pueblo,
hizo de ti, otra vez!
¡al negarte, sea Jerusalén
la que cobije tu sueño eterno!

Los sionistas:

Expulsados del Edén
esclavizados en Egipto;
por todo el mundo proscritos
desde el «éxodo» aquel;
siendo nación sin «estado»
de la noche a la mañana…
¡el Yankee, a la O.N.U. ordena
y… obsecuentes los aliados…
que en tierras palestinas
se radiquen los Judíos;
y… el diplomático bobrio
desde entonces pertinaz:
¡palestinos asesina!

Hoy, el imperio genocida
con tecnología demencial,
al sionista criminal
garantiza impunidad…
¡y ni Yahvé ni Alá…
de ese pueblo tiene piedad!

Abú ammar, Abú ammar:
descansa en Muqata ¿…?
Hermano Yasser Arafat,
hasta que en Jerusalén,
–con sangre o diplomacia
libertad su mitad–
allí, tus cenizas sin par:
¡para siempre tengan paz!

Durán, 12 de noviembre de 2004

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943