Didáctica del amorfino

Rubén Darío Zambrano Choez,
es trovador a la antigua:
¡recita el verso con alma;
eso el pueblo lo atestigua!

El pueblo eso atestigua
en la esquina «en» que trabaja,
o en la finca de sus padres,
donde con las coplas se faja.

Donde con las coplas se faja
y también con unas décimas:
«lo que llaman, amorfino».
¡Siendo esto… costumbre pésima!

Siendo esta costumbre pésima
un horrendo desatino,
con que enseñan al revés:
¡a los viejos y a los niños!

A los viejos y a los niños,
quienes, deben aprender,
el «saber tradicional»
para «así» comprender.

Para poder comprender
la verdadera misión
de el verso de «amor»
dicho con «fina» intención.

Dicho con «fina» intención
para derretir de «amor»
al sujeto de sus: ¡afectos!…
Sus aberradas pasiones.

Con aberradas pasiones:
muchos avaros comercian
con el nombre de Eloy Alfaro,
y en su gula, lo arrastran;

y con su gula arrastran
otra vez, a don Eloy;
a Jota Jota y al Pasillo,
y: ¡al amorfino, hasta hoy!

Y al amorfino hasta hoy…
Sin que exista autoridad
que, a estos cuatro patrimonios
desde ¡ya!, hagan respetar.

Desde ¡ya! hagan respetar
de los fenicios rastreros
que, venden patria y banderas,
y, hasta la madre: ¡por dinero!

¡Y, hasta la madre, por dinero!
Su amigo y profesor,
Pepe Ortega Calderón,
le escribe este «amorfino»;

le dedico este amor fino
a Rubén Darío Zambrano
para que aprenda la técnica…
¡Y a los burricos de-sasne!…

Y… a los burricos de-sasne…
Con este ejemplo puntual.
Hasta otra oportunidad,
¡si al discípulo conviene!

Si al discípulo conviene
enseñar a respetar…
A aberrados avaros:
¡los emblemas patrimonial-es!

Durán, 12 de octubre de 2012

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943