Exégesis del montuvio ecuatoriano

Homenaje a José de la Cuadra, en el centenario de su nacimiento. Poema inspirado por la conferencia sustentada en la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, por la Dra. Tatiana Hidrovo Quiñones, en el mes de agosto de 2003.
A ella, a Olga Catalina, a Ana y Juan José de la Cuadra, hijos amados de Pepe, con fraternal afecto,

Prefacio

La visión desmesurada
de este entorno bucólico…
paradisiacamente bíblico,
donde de la Cuadra se movía,
lleno de infinitas miradas
de pulsaciones australes…

Enfrentado a la incógnita
del singular simbolismo;
descubrió el realismo
mágico y patentó su estilo.

No generó una escuela
ni un nuevo vanguardismo;
¡creó un templo esotérico
donde sólo rinden culto
los ungidos con su misticismo!

Poema

Tatiana, mujer manaba,
es tu estirpe literaria
de Hidrovos centenaria,
la que en tu voz expresaba

esos criterios señeros
de aquel escritor con bragas:
José de la Cuadra Vargas
que obvió usos plañideros;

usos de nuestros abuelos
«ancados» en el siglo «nono»…
¡porque lo europea moderno
influyó en nuestro suelo

con sus cargas de vanguardias
en las artes literarias,
y también en otras áreas
de la historia de esos días!

José de la Cuadra Vargas:
hombre que ama con ternura
las raíces de su cultura
montuvia: lucha y brega

en el campo con bravura,
ejerciendo la abogacía
para frenar la perfidia
del caporal que tortura

con mil y una triquiñuelas
al humilde campesino;
a la par que, de oportuno,
viajando en canoas y mulas

se contagia de tristezas
y alegrías montaraz;
paso a paso… perspicaz,
toma nota y analiza

esa cosmografía rural.
El problema existencial
del colectivo social,
y decide: ¡vertical!,

en su obra magistral,
a su patria y al mundo
con dolor y amor profundo
exponer la realidad

global; su cosmovisión
de aquel entorno fluvial
donde es rey universal
con entrega y devoción:

¡el montuvio ecuatoriano!
y, en lo vasto de su obra
de lamera literal,
con aserto magistral,
su descripción así hará:

«es el montuvio ecuatoriano
de aquese entorno fluvial,
de cuerpo generalmente
pequeño; tronco amplio y macizo;
hombros muy anchos y fuertes;

»cabeza redonda u oval;
de andar acompasado;
mirada franca o mortal;
amarillento o cetrino
según su mezcla racial
o, el vermicular anélido

»¡qué, en su ente pastoral
es una mácula más
desde tiempo inmemorial!»

Al «doctorcito Pepito»
la visión aterradora
de las riadas destructoras:
¡en los inviernos violentos!,

lo concienciaron mejor
para hacer sus lecturas,
en los días de aventuras
por el agro aleccionador…

La avenida devastadora
que, de manera total
a plantación y animal
arrasa demoledora.

bajando de la cordillera
andina, a la cuenca fluvial
para fertilizar puntual
los bosques y praderas;

¡como a las grandes vegas
de dorados arrozales
y aromosos cafetales
que, al asombro los congrega!…

Al: multicolor cacaotal;
el verdidorado potrero;
los piélagos bananeros
como el jaspeado tagual;

al: esmeraldino cadia,
y, el juncal cañaveral;
el verdicenizo bijaoal,
o… melado algodonal;

también: la fauna regional;
el policromo chontal,
¡como al hombre vernacular
enraizado su hábitat!

Y:
la visión deslumbradora
de la cultura montuvia,
que con el «enlutantes» porfías'
se muestra aleccionadora…

¡Impacta su intelecto!
¡La estudia por completo!
Hasta entonces era cuento.
Fábula o aspaviento;

vocinglería ominosa
deformante de la historia
verdadera, de esas genias
heroícamente bizarras;
alma y sabia dela tierra
en su saga milenaria
por aquel entorno fluvial.

¡Allí, la honra todavía,
era lavada al instante
con sangre del infamante!;
¡así, el hombre no se envilecía!

¡El machismo, ahí… señoreaba
con sus normas milenarias!;
allá, en la zona agraria:
¡la ley ancestral se acataba!

Y, si no se sometían
a la ruda tradición…
le aplicaban la sanción:
¡se largaba o se jodían!

La vida, en tierra rural,
era dura de ganar;
¡por miserias a cobrar
te explotaba «el caporal»,

Y:
el tendero campirano,
cínico especulador;
se auto nombraba fiador
en el invierno y en verano;

es así que, cada año,
vivir era una quimera..
¡la estrechez desespera
y al espíritu hace daño!,

no era suficiente ser fuerte;
¡las pandemias los asechan!…
Se se las acaba «la mecha»
y las defensas por suerte ¿…?

fallaban en sus torrentes
sanguíneos y linfáticos…
¡seguro daba el gran brinco
al terreno de la muerte!

En esa cruel latitud…
¡alejados de las urbes
si un galeno no «sube»…
¡se morían sin salud!

El tiempo no aguanta paros;
no hay avionetas ni carros;
sólo caballos y burros:
¡aún estaba lejos el futuro!

Y:
si baja en canoa de «pieza»
al ritmo de la corriente
o al golpe de canalete:
¡con la «huesuda», ¡igual, tropieza!

Si escuchas con atención,
nada encontrarás de raro,
en todos estos reparos
que hago con aprensión…

Esto y… otros que te contaré,
lo vio el «doctor Pepito»,
¡descubriendo de a poquito…
lo que otros negaron ver!:

En sus relatos y cuentos
como en novelas y ensayos…
en crónicas, sin soslayos;
sin adornar los asuntos….

Sin ocultar el carácter
de su montuvio fluvial,
lo pone en vitrina real
haciéndolo conocer:

en el presene de ayer
con su rudeza ancestral,
sin que ningún «caporal»
vuelva a reírse de: ¡él!

Ni por su forma de ser
ni por su modo de hablar:
¡se lo habrá de aceptar
en todo su acontecer

para la posteridad!…
¡con la supersticiones,
fetiches y abusiones
que integran su humanidad!:

¡Terrígena virginal!
Con vocación primigenia
por su selva, la campiña;
o, el bosque y el pantanal;

mas: sus ríos y vertientes
de la costa tropical,
con clima canicular
–donde sólo bien se siente–

en comunión con la flora
y fauna que, cual manantial
le prodiga maternal…
los manjares que natura

¡con néctares y fragancias;
para el sustento diario
que… el hombre proletario,
¡genera en abundancia!

Cúmplese, así… la sentencia
bíblica: para comer,
¡mil cosas habrás de hacer;
Dios te bendice con gracias!;

Perlarás tu sien y frente
con ese humor acuoso
que, te aureolará hermoso
en total: el continente!

Allá en tu terreno baldío,
rastrojo u cañaveral,
serás rey universal:
¡sólo por gracia de Dios!

Al Diablo el señor feudal
y su práctica inmoral
con el servil capataz
que, ala usanza colonial:

¡Cacicazgo inmemorial!
¡Aún te quiere explotar
para aumentar el caudal
de su avaricia infernal!

Y:
¡Las montoneras de Alfaro
de hombres de gran valor
que con sangre y corazón
a la patria sin reparos

¡tributáronle amor,
denunciando al mundo entero
que en tierra de los «orobios»
se enterrará al Dictador!;

Y acá, en la «capital
montuvia» del Ecuador,
con abrazo acogedor…
se abriga al «hombre fluvial»

¡Qué del monte a la urbe…
con su carga emocional
de sueño inmemorial,
a ella: ¡arriba y sube!…

¡Para poder abismarse
contemplando a Guayaquil
que con pujanza febril
brega por engrandecerse!

Pepe, escritor prevenido,
a todo el orbe, abrumado,
le hará saber de ti,
en tu hablar «apajajeado»!;

de tu existir que es sufrir;
redimido en la adversidad
por obnubilados sueños
de señor en potestad

De sus montañas y baldíos;
sus humedales y ríos,
sin que ningún gamonal
usurpe tu heredad ¿…?

Hoy… «lejano» pariente,
con su compungido talante,
desde esta vertiente,
permíteme te cuente:

¡Que otro siglo ha pasado
y el montuvio ecuatoriano
todavía no ha logrado
desatarse del estigma
de aquel nudo gordiano
que contumaz y ladino
le roba hasta los sueños;

pues, el montuvio no es dueño
ni de su propio destino:
en cuanto «hace la cosecha»
aparecen los «padrinos»

que de los pobres se aprovechan
ante la obligada oferta
que por falta de planta….
¡al arriero le presentan!…

¡Los hunden hasta el cuello
los acaparadores siniestros,
dejándolos sin resuello;
¡estafado… sin consuelo!

Con subterfugios y engaños
le pagan menos el grano,
y también: ¡todos los frutos;
así se me acaba el gusto
por cultivar lo agrario!

La avaricia y avilantez
los impulsa a cometer
toda suerte de insensatez;

le falsifican documentos
para embargar el predio
por el interés de un dinero
que jamás lo han «olido».

Y:
Si le quitan el baldío
su «salida» es el suicidio…
O «corvinearse» al bandido
que así, lo ha ¡«jodido»!

¡Etéreo; escritor descascarando!:
siempre al montuvio se la han montado;
tú, mejor que nadie, lo has comprobado!

O el campesino se redime a sí mismo;
o doy por cierto que el montubio ecuatoriano
permanecerá por siempre: ¡al filo del abismo!
Hasta siempre pariente:
O hasta vernos ¿…?
¡Allá, en la otra vertiente!

Durán, 3 de septiembre de 2003

Notas del poeta Ortega Calderón:

El montuvio ecuatoriano, título con que nomino este poema lírico-narrativo, que en homenaje al centenario de nacimiento de José de la Cuadra escribo, le pertenece al ensayo que, acerca del montuvio, él patentara.

Las palabras entre comillas cumplen la función de un tropo: figura de retórica que consiste en emplear las palabras con diferentes sentidos del que usualmente tienen. De manera que,

Vocabulario:

  • Montuvio: con v, como lo escribe José de la Cuadra, significa: hombre de monte y río; le latín fluvios: ríos. La academia, resolvió después que debería escribirse con b. Montubio de monte y bios, biología.
  • Hombre fluvial: hombre que vive a orillas del río.
  • Ancados: montados en el siglo.
  • Nono: siglo diez y nueve.
  • Acompasado: los pies planos, al montuvio, le imprimen con ritmo singular al caminar.
  • Enlutantes: las cuestiones de honor, generalmente de duelo físico y espiritual.
  • Caporal: señor feudal, propietario.
  • La mecha: la vida que, como una vela, se apaga con la menor ráfaga traicionera.
  • Subir: se subía (iba) por la ría, contra la marea, hacia poblaciones y haciendas.
  • Pieza: canoa hecha del tronco de un sólo árbol.
  • Huesuda: se alude a la muerte, o esqueleto.
  • Orobios: significa dictadores, personaje de una novela inconclusa de José de la Cuadra: La presidencia del señor Orobio.
  • Capital montuvia: eso era Guayaquil en los años 30, de toda la costa ecuatoriana; no sólo del Guayas, como lo es hoy Salitre: Urbinajado.
  • Hace la cosecha: recoge los granos o frutos.
  • Pepe y doctor Pepito: los empleo con el mismo afecto que su prima y comadre, Mercedes Isabel Salvatierra Miranda (mi abuela), demostraba siempre que se refería a de la Cuadra. Él fue padrino de mi padre.
  • Doctorcito: le decían los humildes campesinos a los que defendía, muchas veces sin cobrarles.
  • Capataz: administrador, el que controla y dirige a los peones o trabjadores agrarios. El «ojo seco».
  • Lejano: porque hace más de medio siglo que desecarno; ¡no! por la sangre.
  • Padrinos: ofertores de prestamos al chulco, para el agricultor.
  • Jodían: que lo ha estafado o arruinado.
  • Olido: no haber tenido el dinero en las manos.
  • Salida: suicidarse, huirse de la vid.
  • Corviniearse: asesinar, hacer justicia por mano propia: «Ese tiene varias corvinas».
  • Apajajeado: tono o modo característico, acento o dejo peculiar del «habla» del hombre de campo que varía de una provincia a otra, de la costa ecuatoriana, también del oriente y serranía, y que se manifiesta también por la grafía de las palabras: A canto: naiden por nadie, deicía por decía, por para o papá, abogáo por abogado, por mamá, etcétera.

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943