¡Tengo hambre!… Un intenso
hambre de afecto sincero;
hambre de amor verdadero
que llene este vacío inmenso.
Pandora, ¡qué decepción!
¡Tú no eras ni de lejos
el más pálido reflejo
de la utópica ilusión
que busqué con tanto empeño!
Tu vida se constriñe
a ese círculo mínimo
de usos y costumbres
que mi ánimo deprimen…
No asumes compromiso
alguno; todo es promesas
y olvidos: ¡qué tristezas!:
lo nuestro es fracaso…
Eres cómoda e insípida
y por todo te complicas;
no escuchas ninguna súplica;
has arruinado mi vida…
¡mi existencia a tu lado
así, estará jodida!
Y, aunque me divorcie de ti…
¡por la sangre de mis hijos
seguirás ligada a mí!…
Cual madreselva o la hiedra,
¡siempre adherida a la piedra!
Quito, 1 de enero de 1979
Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943