¡Hoy, exactamente en este día!
se cumplen setenta luengos años…
que junto a las riberas del río Guayas,
entre tamarindos y guayabales,
en chalet de corte decimonónico,
y de simple y modesta estirpe
nació un niño que con el andar
del vituperado-estremecido
ocre calendario-se convirtió
en el desilusionado ¡pasivo-rebelde
y dolorido hombre que hoy soy!
Apaleado por la vida absurda;
sus avatares y sus desventuras…
Por el signo del juguetón horóscopo
y por la mala voluntad de otros;
por aquellos que apostó sus ojos,
su sensibilidad, sus sentimientos:
sus mejores gestiones y emociones,
y todo, todo… ¡todos sus afectos!
Triste, defraudado en sus querencias;
fracasado en sus aspiraciones…
Traicionado, también, en las promesas…
limitado en sus apetencias,
estafado en sus amolumentos;
defraudado, herido, calumniado:
Én, en sus honestos y pulcros hechos…
vilipendiado hasta el tormento;
abrumado por la incomprensión
del medio; asfixiado por el sistema;
tenso por las inmediatas urgencias;
sólo con mi dignidad y orgullo…
Y teniendo la decencia como escudo,
y cuatro… anchos dedos de vergüenzas
en la frente, sin hipotecar solvencias…
bregando con ardor y honestidad,
poniendo corazón, ¡tenacidad!
He llegado hasta aquí… sin estridencias,
manteniéndome a prudencial distancia;
manejando un perfil bajo, discreto;
¡no por mediocridad; sí por prudencia!
Aislando perversas maledicencias;
conteniendo mi arrogante enteresa:
¡sereno y maduro de temperamento!
Abierto al entendimiento:
¡siempre que ellos sean justos!
Comprendiendo que el estrés lleva
no al éxito, si a la muerte
prematura, violenta y silente…
gozo, viviendo en aparente indolencia;
apenándome por los que existen
en brutal y eterna competencia,
alienados por falsas urgencias
que les impide vivir realidades
que sí hacen feliz la existencia.
Este inventario es reflejo real
de los altos y bajos de mi vida,
que de modo espontáneo y puntual
me han acompañado sin pérdida
de acto, en el escenario de mi existir;
alfa y omega de mi austera presencia
en el amplio plató trágico-cómico
de este mundo de infelicidad,
en que me desenvuelvo, lleno de asco,
tratando de conservar mi decencia,
mi bondad y la solidaridad
¡con mi prójimo y la humanidad!
Durán, 27 de junio de 2013
Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943