Prefacio
Se ha afirmado que el poema
es el refugio natural del héroe,
como el cielo es el refugio
natural de un Dios, y que
héroe auténtico quiere decir:
hombre de libertad, porque
fuera de la libertad,
o contra la libertad
no hay heroísmo posible;
don Eloy Alfaro Delgado,
fue héroe de la espada;
héroe de la idea,
libertador - soldado,
y sobre todo ¡soñador!
¡La muerte del cóndor: José María Vargas Vila!
Don Eloy:
Usted ideó a la Patria:
grande, libre y soberana;
ilustrada, sabia y culta…
¡latinoamericana!
faro, norte de justicia
solidaria y fraterna;
laica y sin sectarismos
fanáticos que ¡nos apenan!
Soñó en la patria chica…
y en el Ecuador profundo;
hombre auténtico y moral:
sin intereses bastardos,
soñó mejorarlo todo;
cambiar el viejo sistema…
y concretó su onirismo
con la tenacidad y flema
de las ungidos por marte;
¡soldado libertador!
Desenvainó su espada
justiciera y cual condor
oteando en el porvenir…
fijó nuevos derroteros
en el horizonte posible,
con manos firmes y austero,
muy desinteresado
entregó su existencia,
su fortuna y peculio:
a la conquista egregia!
Pergenó un nuevo Ecuador…
y estableció la segunda
república: ¡ilustre y libre
de ignorancia inveterada!
Adelantado en el tiempo;
estadista natural;
todo su vigor terrígeno
de montuvio ancestral;
líder verdadero, Alfaro,
sólo pensó en asegurar
a las nuevas generaciones
de ¡el ecuador, primero!
Como demócrata y amante
de la justicia y el derecho:
con cien años de antelación
vislumbró y patentó
¡la equidad de género!
Prmitiendo a la mujer:
estudiar, participar
en la vida del estado
con justiciera igualdad…
A la par, codo a codo,
con el varón rudo y machista
usufructador del erario
con aberradas malas tretas;
abolición de la prisión
por deuda… la libertad
de culto; y, como opción
estableció el divorcio.
Decretó el libre albedrío;
suprimió el concerta
que pesaba sobre el indio
cual infame y cruel sudario…
Defensor apasionado
de la integridad nacional;
fue su vínculo más sólido
de unidad territorial:
el ciclopeo ferrocarril
que aunó en lo temporal
como en lo espiritual,
a costeños, serranos y orientales.
¡Sin cálculos ni egoísmos,
legó a toda la patria
de un alma nacional…
que hasta entonces no había!
Se convirtió en símbolo
viviente… pues personalmente
lideró la marcha del pueblo
a defender las fronteras
del protervo invasor:
tumbes, marañón o la guerra,
la integridad territorial
no se la jugaba con papelitos;
ni en embajadas ni en tapetes…
en írritos tratado
de consecuencias funestas!
Don
Eloy Alfaro Delgado
hoy sus reposan
en Montecristi y Guayaquil
con veneración respetuosa
y la uncida gratitud
de miriadas de generaciones:
¡venideras y actuales;
heredaras de sus realizaciones!
Que, reverentes inclinarán
sus pensamientos y almas
ante las cenizas y reliquias
de su héroe, epónimo.
Cuando les toque emular
–en su nombre venerable–
otras heróicas epopetas;
cuando la dignidad de la patria
os llame y exijan raudas
retomar las armas:
¡en la hora aciaga!
Y cual moderno Ulises
cobrarán su cuota de sangre
a los facineros holladores;
¡como a los chatarreros,
y apátridas traidores!
¡Llorones de lo que no supieron
defender, cual viriles hombres!
¿Saben por qué Cristo no vuelve?
Porque la perversidad del homo sapiens
lo volvió insoldario e inhumano,
y si regresa «lo crucificarán de nuevo».
Por eso don Eloy, contradiciendo
a los demás que añoran que vuelva,
de ser posible, por favor, ¡no vuelva!
o lo martirizarán, otra vez, sus compatriotas!
Durán, 26 de junio de 2012
Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943