Primer premio del Ismael Pérez Pazmiño de 1982
(Sinfonía para ser recitada por un coro poético)Primera voz:
¡Los sueños son la puerta para alcanzar la gloria!
En los mismos rescoldos que encendió Rumiñahui
para vengar la suerte del Gran Tahuantin-suyo
Benalcázar fundaba San Francisco de Quito.
Segunda voz:
El último Inca,
el Shiri Atahualpa,
«anocheció su vida
en la mitad del día».
Coro:
Largo dolor de la pena,
negros corceles la muerte,
con los cuchillos de fuego
ciegan los gritos de guerra.
Primera voz:
Con la cruz y la espada los presagios se cumplen,
las Cuatro Partes del Mundo sólo dolor de recuerdos.
Desde el Cuzco lejano la tierra es una herida
profunda por la sangre florecida de engaños.
Arcabuz y caballos
–desde el mar a los Andes
empujaban la fuerza con los puños de hierro.
Segunda voz:
Rumiñahui no puede
detener la conquista.
desolación y muerte
se riegan con el viento.
Coro:
Sólo la traición sería
compañera de la fuerza.
¡Nunca la raza vencida!
El Inti guarda la espera.
Primera voz:
«El Dorado»
la meta del pozo que estalla
desde el fondo infinito del mito y la leyenda,
despierta ambiciones más fuertes que los sueños:
los dioses eran príncipes que cubrían sus cuerpos
con el polvo de oro de los baños rituales
y los templos bodegas de tesoros sin cuento.
La dura geografía,
tan lejana en el tiempo,
empujaba a cumplir la ambición de la gloria.
Segunda voz:
Con Francisco Pizarro.
los Trece de la Fama.
centauros que llegaron
a dominar un Mundo.
Coro:
Cambiando los recuerdos.
engañando los signos.
fue nuevo Viracocha:
Señor de un Gran Imperio.
Primera voz:
De la estirpe Pizarro,
con Gonzalo cumplíase
su misión en la Historia.
Gobernador de Quito,
aprestaba los planes para empresas mayores.
Los destinos del hombre conjugaba la fuerza
con su marca de fuego marcando la derrota.
Impone a los Caciques condiciones extremas;
cuatro mil indios serían tributo de poder.
Segunda voz:
La mirada es el límite
que fuga en la memoria,
los Andes son los puños
que cierran horizontes.
Coro:
Ancha herida de la raza,
grueso río de la sangre,
hondo alarido que hurga
la rota piel de la tierra.
Primera voz:
Todo fue trajinar en la ciudad naciente,
del filo de la aurora al fondo de la noche
las fraguas se encendían para fundir las armas.
Contagiados por sueños de opulencias futuras
trescientos son españoles,
los reclutados en Quito.
Son miles los animales en cerdos y en llamas.
y fueron los bastimentos monopolios sellados,
que a lomo de indio sería pesadilla de distancias.
Segunda voz:
Quito antigua,
Quito eterna,
cuna de héroes y dioses,
desde el «ombligo del Mundo»
se sangra la nueva Historia.
Coro:
Con el fuego la conquista,
con el corazón la gloria,
con la ambición y la fuerza
se incinera la victoria.
Primera voz:
La expedición partía de Quito a los confines
de quiméricos pueblos.
No podría el futuro descifrar la aventura.
Sin rutas conocidas
solamente el recuerdo quedaría en la espera
de sumar las distancias,
de unir día a día esperanzas mejores,
Francisco de Orellana,
de Guayaquil venía
a sumar su destino de soldado que empeña
su coraje y la mística que conquistó la América.
Segunda voz:
Paso a paso construye
sus caminos la Historia.
Primera voz:
Era el Año del Señor:
quinientos cuarenta y uno,
alejándose en el tiempo
la caravana camina.
Coro:
Dura arcilla que se amolda
a la distancia y al viento,
larga ilusión sostenida
con el poder de los sueños.
Primera voz:
Nunca empresa tan grande se enfrentaba a los Andes:
ascender las montañas para subir al sol,
hundirse con la niebla del páramo infinito,
equilibrar el frío entre desfiladeros,
empujar los muros sonoros de los vientos,
agrietar la memoria con la lluvia monótona.
Segunda voz:
Paso a paso construye
sus caminos la Historia,
la ambición día a día
va perdiendo memoria.
Coro:
Muerte y dolor son milagros
con que se rompe la espera.
los indios,
¡sólo los indios!,
son caravana de penas.
Primera voz:
El cansancio sepulta los hombres en la tierra,
abre el dolor su puerta de prisión en las sombras,
el hambre es la tortura que marca en cada cuerpo,
el cielo es agorero penar entre los sueños.
Día tras día la altura va congelando el silencio.
Noche tras noche el recuerdo va hundiéndose en el miedo.
Segunda voz:
El tiempo es el reflejo
que apacigua la senda,
el descanso es el juego
de una espera sin término.
Coro:
El pensar es angustia
que conjuga la muerte,
el caminar un rito
que impone la esperanza.
Primera voz:
El País de la Canela en la Provincia de los Quijos,
es la distancia cerrada que incita las ambiciones.
la búsqueda sin tregua de memoriales deseos.
Bajar por la cordillera y resbalar por los riscos,
sumergirse en los pantanos,
extraviarse en la selva,
es la diaria aventura por descubrir los secretos
antiguos como el principio eterno del misterio.
Segunda voz:
Monótono el silencio
que silencia la senda,
oscuros los vaticinios
como pozos de la tierra.
Coro:
Ayes como crujidos
de vegetales serpientes,
encristalados de espera
los pantanos de la muerte.
Primera voz:
Íngrimo pueblo,
Zumaco,
como empollado en el cerro.
bajo cortinas de lluvia ateridas por el tiempo
–cual una isla entrampada bajo el peso de los cielos
a la intemperie ofrece precario y frágil refugio.
Segunda voz:
El silencio es reloj
que detiénese sin tiempo
es la montaña que aplasta
de los latidos el eco.
Coro:
La espera,
la larga espera,
gotas de vida o de muerte:
un sucio manto que cubre
de torturantes recuerdos.
Primera voz:
Cuando el cielo se había aplacado de lluvias
y recontar debíase indios y animales,
rompió la misma tierra el temblor de la tierra,
se abrió como presagio de maldición celeste:
las aguas desbocadas con furia de los Andes.
los cañones del trueno.
el tambor de la selva.
Segunda voz:
Hondas heridas abiertas
que suman imprecaciones,
muñones de árboles rotos
acusando su condena.
Coro:
El viento trae lamentos,
el agua guarda los cuerpos,
las oraciones se encrespan
con maldiciones de pena.
Primera voz:
Días largos, los días diluviando la espera:
el hombre es la tortura que enrosca los recuerdos,
la nada es como un sueño que ahoga la tormenta,
es la muerte que viene desflecando la carne,
para aplacar la furia del cielo y de la tierra.
Alcanza el «Tuerto» heroico la expedición perdida,
añade propios corajes para cambiar los sinos,
renueva la esperanza que la ambición descubre.
Segunda voz:
Es laguna la espera
que guarda las condenas,
son ríos los oráculos
que arrastran los deseos.
Coro:
Un verde mar la selva
que entrampa la aventura,
negros penachos las nubes
agoreras de presagios.
Primera voz:
Para infundir los sueños y evitar los fracasos,
Pizarro y Orellana reagrupan a sus hombres,
recuentan los cadáveres de indios y animales,
rearman las columnas para ir hacia adelante,
reincitan la dorada ambición primigenia.
Un río es la garganta que detienen los pasos,
el Cozanga,
la fuerza que baja de los Andes.
Segunda voz:
Un puente fue el brazo
para unir las orillas,
madera de mil indios
enterraron sus huellas.
Coro:
Ayes y maleficios
empozoñando el silencio,
sangre y desolación
compañeras de la muerte.
Primera voz:
Enfermedades y hambre devoraban los cuerpos,
angustia y derrota desgarraba los sueños,
sólo andrajos cubrían la piel y la memoria.
Caminar es el largo camino que les queda,
caminar es seguir por el mismo destino.
El Coca fue espejismo de nuevas esperanzas,
la espera impaciente de renovar la espera.
El agua es el camino que abre los caminos,
una nave cual Fénix la salvación de todos.
Segunda voz:
Tenían el coraje
que construye los mundos,
el fuego de sus manos.
la ambición de la gloria.
Coro:
Nada detiene la fuerza
original de los hombres,
la ambición es la esperanza
para resistir las penas.
Primera voz:
Como tentando la suerte,
a la nave bautizan con el nombre «San Pedro»
Es Diciembre veinte y seis.
La expedición dividen para la tierra y el agua:
por la orilla.
Pizarro,
haría sus jornadas,
Orellana iría en pos de pueblos y comidas.
Segunda voz:
Fueron sesenta y cinco
los que escribieron la Historia,
guerreros y navegantes
que el azar marcó la gloria.
Coro:
Don Francisco de Orellana,
Capitán y aventurero.
Fray Gaspar de Carvajal,
Predicador y Cronista.
Primera voz:
La nave se deja enrumbar por el Coca,
sólo el agua sabía de futuros destinos:
en la orilla quedaban las últimas preguntas
que el tiempo encargaríase de encontrar las respuestas.
Segunda voz:
Guardemos sus recuerdos
visionarios y eternos,
conservemos sus nombres
como recuerdo nuestro.
Coro:
Fray Gonzalo de Vera,
Juan Bueno,
Alonso de Robles,
Francisco de Isassaga.
Primera voz:
En el agua se iban todas las esperanzas,
las diarias oraciones que madrugan el miedo.
La memoria que un día forjó tal aventura
se queda en los adioses que adormecen la espera.
Segunda voz:
Y hoy queda el recuerdo,
sus nombres,
sólo sus nombres
para grabarlos con fuego.
Coro:
El Comendador Enríquez,
Sebastián Rodríguez,
Juan de Alcántara,
Diego Mexía.
Primera voz:
La corriente es la fuerza que se aleja sin treguas,
sin otro rumbo los lleva por extraños caminos.
Las orillas se ahogan con la vegetación oscura,
son trampas que palpitan de verde azul tortura.
Segunda voz:
La cuenta está completa:
sesenta y dos españoles,
un indígena,
dos negros.
Coro:
Juan de Vargas,
Juan de Ampudia,
Gabriel de Contreras,
Johan de Alcántara.
Primera voz:
La distancia aumenta su carrera en los días,
leguas líquidas de misterios adelgazan el silencio,
sombras sin formas las selva con su cerrada agonía
y el tiempo suma su tiempo.
El retorno sería imposible aventura.
Segunda voz:
Todos igual,
sin distingos,
cumplieron su cometido
para compartir la gloria.
Coro:
Juan de Aguilar,
Hernán Gutiérrez,
Cristhoval de Segovia,
Gonzalo Carrillo.
Primera voz:
El Napo fue descanso en sus fértiles orillas,
más de cien leguas distancian de Pizarro y sus amigos.
Había que renovar las vigilias nocturnas,
remendar la esperanza en su frágil tejido.
Segunda voz:
Todos de estirpe guerrera,
juegan sus juegos de guerra,
aventurera la sangre
para Conquistar quimeras.
Coro:
Blas de Medina,
Pedro Domínguez,
Benito de Aguilar
Juan Gutiérrez Bayon.
Primera voz:
Qué lejos van quedando los destinos sin suerte:
el temblor de los miedos que acechaban sin tregua,
la muerte que borraba toda huella de vida,
las trampas que la selva ocultó en sus caminos.
Segunda voz:
Todos son una fuerza
una sola voluntad,
todos son y todos cumplen
para su meta alcanzar.
Coro:
Alonso García,
Antonio Hernández.
el Vizcaíno Perucho,
Cristóbal de Aguilar.
Primera voz:
En Imara pudieron hacer acopio de provisiones,
recobrar los descansos agotados,
resumir la aventura con sus duros quebrantos,
pensar en la distancia absurda del retorno.
Segunda voz:
Los días son esperas
que suman a la espera,
las noches la esperanza
aplacada de sueños.
Coro:
Hernán González.
Lorenzo Muñoz.
Juan de Illanes.
Cristóbal de Palacios.
Primera voz:
La promesa fue un juego herido de fatigas,
una burla que el destino lanzó sus dados.
Un año no sería para llegar a tiempo,
nadie volver podría a retornar la distancia.
Segunda voz:
La meta nadie sospecha.
su guía es la voluntad,
es la fuerza que conquista
con el Quijote un ideal.
Coro:
Juan de Elena,
Diego Bermúdez,
Diego de Matamoros,
Alonso de Cabrera.
Primera voz:
Retornar era ir en busca de la muerte,
entregarse al abrazo traidor de la manigua.
Cada vida renueva su esperanza en el agua,
enjuaga los recuerdos con la fresca esperanza.
Segunda voz:
Vibrante de luz los ojos,
se embriagan de verdes sueños.
Cristales son las mañanas
sin el color del recuerdo.
Coro:
Gonzalo Díaz,
Alonso Márquez,
García Rodríguez,
Rodrigo de Cevallos.
Primera voz:
La tripulación obliga a seguir la odisea
y Orellana acepta Su voluntad suprema:
la muerte era ascender las arterias nocturnas,
la vida era el abierto camino que se iba…
Segunda voz:
Enfebrecida de tiempo
el agua es una sola huella;
agua el cielo.
agua el aire,
un solo pulmón la selva.
Coro:
Gines Fernández,
Juan de Mangas,
Alejo González,
Alonso de Tapia.
Primera voz:
Del pueblo de Imaria pasaron al de Aparia,
donde hicieron provisión de muchos alimentos.
Intuían que el viaje aguardaba más sorpresas,
que eran trampas del tiempo los juegos de la espera.
Segunda voz:
La muerte es compañía
que cumple compromisos,
entregaron su cuota
de hombres a la selva.
Coro:
Baltazar Ossorio,
Mateo Rebolloso,
García de Soria,
Antonio de Carranza.
Primera voz:
Las palmas se multiplican en las orillas,
se abren como manos desmelenando el viento;
grandes cuerpos se mecen al compás de las aguas,
son islas florecidas de colores y trinos.
Segunda voz:
La larga serpiente líquida
se enrosca con los destinos,
desnudas las memorias
ahogando el sonido.
Coro:
Alvar González,
Diego Moreno,
Juan de Arnalte,
Sebastián de Fuenterrabia.
Primera voz:
Las aguas se abren más lejos de la tierra,
más distantes juegan la selva y los días,
más se agrandan los ojos
para encontrar las orillas.
Segunda voz:
La gloria es como el fuego,
el fuego es la esperanza,
la esperanza es la búsqueda
de sueños no buscados.
Coro:
Pedro de Porres,
Andrés Durán,
Alonso Ortiz,
Alonso Esteva.
Primera voz:
Era un estar voluptuoso que adormecía el silencio,
el juego hondo del agua con el temblor de la selva,
es como irse quedando entrampado en los recuerdos,
mientras la Historia se escribe con esta verdad eterna.
Segunda voz:
Las Amazonas que un día
fueron tentación del tiempo,
entre los sueños quedaron
guardadas como los cuentos.
Coro:
Juan Carrillo,
Rodrigo de Arévalo,
Francisco de Tapia,
Alonso Martín de Nogel.
Primera voz:
Los recuerdos escaparon prisioneros con el miedo
sepultados con el fango que amortajó tantos cuerpos.
¡Cuántas memorias se fueron multiplicando sin fechas!
¡Cuánto dolor!
¡Cuánta angustia!
¡Cuánto heroísmo incompleto!
Segunda voz:
«El Dorado» que un día
forjó doradas leyendas,
cambió el color de los sueños
gestando hazañas del mito.
Coro:
Juan Vizcaíno,
Alonso Gutiérrez,
Hasta aquí los españoles
con sus nombres y destinos.
Primera voz:
Agotado de esperas,
de fatigas,
de muertes,
de consultar al cielo y no encontrar caminos.
Pizarro fue un espectro a su retomo a Quito.
Sólo huesos de indios marcaban el recuerdo,
clavados en la selva señalaban la senda,
se hundían en el fango,
remontaban las orillas,
como astas vacías perforaban el viento,
tal témpanos de hielo en los páramos
rodaban como escarcha a los abismos.
Segunda voz:
Fue un largo cementerio
la cordillera y la selva,
fue un roto alarido
de todo un pueblo sin hijos…
Coro:
Si duro fue el camino
para conquistar un sueño
cuerpos de indios quedaron
marcando su eterna espera.
Primera voz:
Va sepultando el olvido a esta noche sin tiempo;
va cubriendo las memorias el óxido del silencio.
Segunda voz:
Los hombres buscan los sueños,
los sueños son de los hombres.
Coro:
Los dos negros:
Alonso Martín,
Alonso Gómez,
dos seres,
sólo un camino.
Primera voz:
¿A qué distancias sin límite el camino recorrido?
Sólo preguntas se fueron gestándose con los días.
Segunda voz:
Recontemos su número,
terminemos la lista,
cantemos su recuerdo
en esta Sinfonía.
Coro:
El indio.
Único el indio,
sesenta y cinco sin nombre.
raza de dioses y estirpe
de esta América india.
Primera voz:
Creciendo el Napo entraba en las aguas más grandes
de un río que agiganta su límite los ojos.
Segunda voz:
El horizonte caído
abriose cristalizado.
Coro:
El espejo del agua
juega juegos brillantes
con los rayos del sol,
rescata los colores
ocultos en el fondo
de la selva dormida.
Primera voz:
Tan dulce como un río
tan grande como el mar,
el Amazonas se abría desde el fondo de los siglos.
Segunda voz:
El mar-río
el río-mar
el cielo llenando el río.
Coro:
De los Andes eternos
las fuentes de tu vida,
de la selva la potencia,
del cielo la inmensidad.
Primera voz:
Fue «Doce de febrero de mil quinientos cuarenta y dos».
cuando los sueños cambian su espejismo en Historia.
Segunda voz:
La verdad es una,
inmutable,
infinita:
¡Es de Orellana la Gloria,
de Quito el Descubrimiento!
Coro:
Quito eterna de los Shiris,
Luz de América mestiza.
es con España la Historia
para compartir la Gloria:
Leyenda y Descubrimiento,
el AMAZONAS y QUITO.
Carlos Villasís Endara
bahieño; 1930 -