Primer premio del Ismael Pérez Pazmiño de 1977
Y ahora qué haces
Juantodonada,
con la galaxia a cuestas
y la luna entre las piernas.
A dónde vas
Juantodonada,
ahora que escupiste
a tu dios y te olvidaste.
Quién eres al fin
Juantodonada,
microbio de la tierra,
patrón del universo.
Hacia dónde te mueves
Juantodonada,
ahora que ya sabes
la relatividad del movimiento.
En dónde has madurado,
así… del verdor a la flor
de la semilla al fruto podrido
Juantodonada,
general de generales.
Desde dónde llegaste,
pasajero sin permiso,
vagón de recuerdos olvidados,
Juantodonada,
fugitivo condenado por la muerte.
Cuándo llegarás a tu destino,
ajedrez del dolor y la alegría,
rastrillo de las noches y los días,
Juantodonada,
peón de un rey desconocido.
Nunca pedías
Juantodonada,
nunca pedías nada,
así caminas, caminaste… y sigues…
en el pecho la flor, en el vientre la espera
y en los ojos la distancia reflejada.
Revoloteando
Juantodonada,
en torno de la luz… ¡Cuántas tinieblas!,
tantas direcciones para el mismo camino,
cuántas lenguas para la misma angustia
y tantas, cuántas palabras para el axioma inútil…
Y nunca soñaste
Juantodonada,
nunca soñaste en la utopía de tus sueños…
cuánto trigo sembrado entre las nubes…
un arco iris como burbuja de esperanza…
y el sol de la mañana… con los rayos vacíos…
Jamás esperabas
Juantodonada,
que tu reino fuera menos que una estrella,
que el sol esté en el centro de tu sombra,
y en los hilos del espacio tus hilos enredados
y tú desenredando la libertad, Juantodonada.
Qué tamaño es tu mundo
Juantodonada,
me pregunto si es más grande que tus ojos
o si en tus sueños lo abarcaste todo
o si tienes en medio de tus manos
una flor que nunca había nacido…
Cuándo dejarás de cantar
Juantodonada,
este ritmo marcado desde lejos,
música en un pentagrama alborotado,
cuántas notas escondidas
en la fría sinrazón de los silencios…
Cuántos surcos después de tu horizonte
Juantodonada,
cuánto dolor sembrado en el desierto,
cuánto rocío por el viento sepultado,
pero después de una canción los granos ríen
y vuelven a zambullirse en el olvido…
¿Por qué tantas estrellas?
Juantodonada,
son tantos los recuerdos y no alumbran,
pero allí están… Están presentes
clavándote sus rayos de alfileres.
Y vos sigues sembrando…
Y ahora,
Juantodonada,
en la noche de las borrascas celestiales,
cuando el pecho revienta en soledades,
solo el llanto del cielo detrás de la ventana,
y en el alma el cauce seco de la vida…
La soledad es una extraña compañera…
Cómo salir,
Juantodonada,
cómo salir…
desde el ombligo en la panza de los mundos
desde la celda de las paredes de nostalgias
y las rejas de recuerdos que no fueron,
de la telaraña de cruces sepulcrales
y de tus brazos de cadenas maternales…
Cómo salir…
si todos los caminos conducen a la muerte,
¿Cómo salir?…
Ya se acabó,
Juantodonada,
ya se acabó el pasado,
ya lanza de tu espalda la inútil amargura,
aquello que no fue… que no haya sido,
por qué traes esa lágrima tan larga
señalando con dolor los azahares del camino,
camino que ya nunca lo volverás a andar…
El pasado tiene huesos, tiene piel
tangibles en el alma…
Es hora de irse,
Juantodonada,
hora de irse hacia el recreo,
hora de abandonar el aula de la tierra,
que surja un nuevo pensador para que llore…
tal vez serán los cactus los que sufran,
cada espina será un ojo taciturno
inundándole al desierto con rocío…
Es la hora de pensar que el pensamiento
hay que escupirlo a lejos.
Es la hora de los cactus…
Y nos vamos y nos vamos y nos vamos,
en qué estación me dejarás, Juantodonada,
qué nombre seré yo cuando me cambies
esta larga mortaja de alegría…
Estación de los viajes sin regreso,
coleccionista infatigable de nostalgias, Juantodonada,
como pájaro vas de pueblo en pueblo
con las alas rotas… sin motivo…
Y cuándo, cuando llegarás,
cascada de destrozadas carcajadas, Juantodonada
cómo duelen las heridas sonrientes
afluentes de la lágrima del alma.
Los niños corren sin saber a dónde,
hay tanta sed en los labios apretados, Juantodonada
tiene tanto que hablar la ansiedad en los ojos
y de tanto que decir el corazón se calla…
Nunca te preguntaste
Juantodonada
por qué los ríos no duermen en las noches
(pero si hay noches tan oscuras…),
los ríos hacia el mar
y el mar sobre sí mismo,
la selva con sus gritos sudorosos
y las montañas despiertas sin moverse
velando el equilibrio de los árboles.
Qué paisaje estás bordando
hambriento comensal de las estrellas,
araña de invisibles horizontes…
cometa a la deriva,
sin hilo entre las nubes, peregrino
no te cansas de las noches y los días,
el sol sigue bailando locamente
y después que te mira te abandona,
y la luna caprichosa…
cómo juega en las noches tropicales,
ayer como viuda taciturna
y mañana desnuda entre las olas…
Juantodonada
mira cuántas hojas en otoño
se acuestan tristemente sobre el viento
y saltan en silencio sobre el suelo
y así, sumando los silencios,
silba el bosque su silbo indescifrable.
Juantodonada
hasta la muerte ha muerto en el invierno,
estación del sepulcro interminable.
Y luego… ¡de repente!…
Juantodonada,
nacen flores con sangre de colores,
ilusiones de sol a borbotones
y la semilla que buscó el olvido
se acuerda de la eterna primavera…
¡Y otra vez las manos extendidas!
Juantodonada,
buscador infatigable,
¡Cuántas piedras doradas por tus sueños!
y tú mismo embadurnado
de ilusiones perdidas y de anhelos…
Y otra vez la esperanza,
ella se queda
o se va por todos los caminos,
se va o regresa más verde que la vida
y en vez de morirse se sonríe
y florece infantil entre las tumbas.
Y sigues en la historia,
polizonte de los espacios siderales,
adelante te vas, muestras tu pecho,
abrazas lo que nunca conociste
y juegas a la ronda con la muerte.
Y… ahora…
ahora quiero ver los frutos buenos,
tus ojos enternecidos de ternura,
tu corazón encarcelando el cielo,
Juantodonada,
no me muestres tus dientes blanquecinos,
ya bebí tanto los sueños,
ahora quiero ver tus manos llenas.
A quién diriges tu plegaria,
bonzo incinerado en el desierto,
cuántos cristos consumiste
hambriento en tus noches insaciables,
pero sigues siendo el mismo,
Juantodonada,
humilde buscador de deidades.
No te pesan los años que has vivido
sacando gota a gota desde el agua
tu imagen reflejada…
Las mentiras murieron bajo las verdades
que después serán mentiras…
Juantodonada,
gaviota en las alas de las últimas olas…
Pero… qué ironía…
bailar cuando comienza tu agonía,
embriagado ya estás, acaso piensas
que te bebes el último sorbo de la vida;
cuándo dejarás de mascar tu hueso amargo,
Juantodonada,
perro enamorado de la luna.
No te cansas de danzar,
danzante interminable,
los pies del corazón nunca te duelen,
el público no llega o ya se ha ido
y tú sigues danzando,
Juantodonada,
baila para ti, danzante, baila…
Y en la noche de las orgías silenciosas
Juantodonada,
en el grito de la piel contra los labios,
en la sed de los brazos virginales
y en medio de la noche
las tinieblas tienen la luz entre las sombras.
En la noche del amor
Juantodonada,
en la noche de los pechos y volcanes
en el grito de los grillos y el beso de las almas
y en el lecho de la tierra
las sombras van creciendo como niños.
Y en la noche del terror
Juantodonada,
la lluvia que golpea en los tumbados,
el mar como un vientre interminable
y el huracán de negras pesadillas
cabalgando sus cuchillos en tus sueños.
En el túnel de las serpientes nocturnales
Juantodonada,
en los ojos que nunca se cerraron…
en el grito gutural de las entrañas
y en medio de las tumbas…
tu alma solitaria y vagabunda…
Juantodonada
quién te habrá sembrado,
en qué surco habrá caído tu semilla,
con qué agua te regaron, Juantodonada,
y por qué no ha venido el jardinero.
Ahora quién cortará la espina de tu vida,
o quién besará la flor antes que muera,
o estás abandonado para siempre.
Cuántas lunas te vieron sin mirarte
y cuánto rocío cayó sin alcanzarte,
mas, sigues esperando, Juantodonada,
creciendo como un musgo abandonado
y sigues esperando al sembrador ingrato
esperando y muriendo,
Juantodonada,
esperando y muriendo y esperando…
Waldo Bolívar Calle Calle
azogueño; 1951 -