La Paz es una niña perdida en una gran ciudad

1973 - Horacio Hidrovo Peñaherrera, primer premio del Ismael Pérez Pazmiño

A los niños de cualquier siglo

«En este siglo resulta difícil aprender a cantar»
–Horacio Hidrovo

«Me es difícil dar noticias biográficas acerca de mi persona por una razón sencilla: yo dejo de lado mi propia vida y casi me he olvidado de vivirla, hasta el punto que nada puedo decir de ella. Y es que yo no vivo mi vida: la escribo»
–Pirandello

«Los niños son la esperanza del mundo»
–José Martí

Aunque una flor
no debería ser tocada,
hoy desearía deshojar una flor.

Entre otras cosas
quisiera abrir mi primer cuaderno.
Siempre me pregunto
dónde quedó nuestro primer lápiz
y en qué sitio
quedaron nuestros primeros pasos.

Es difícil reconstruir nuestra niñez.
Hay que tocar tantas puertas.
Regresar y caer en el regreso.

La infancia de los niños pobres
es una larga competencia.
Son pocos los que alcanzan la cuerda.

Siempre he pensado
en los niños que no pudieron crecer.
Por eso conscientemente
siempre miro hacia atrás.

Posiblemente
por la savia de los árboles
suben las vidas frustradas.
Será por eso que resulta bello
contemplar el crecimiento de los árboles.

El tiempo se va quedando
en las cosas de la infancia.
Es que nunca dejamos de ser niños.
A veces
sin que nos demos cuenta
vamos pisando los abismos de la infancia.

Resulta tan difícil
saber si fuimos niños.
A veces
Pero es necesario
recordar que fuimos niños.

Los niños pobres
tienen la forma de una lágrima larga.

El mundo de hoy
es un gran suburbio.

Los niños crecen
sobre cunas de viento.

Mis dos hermanos menores
no pudieron cumplir el largo itinerario.
Recuerdo bien
que no hubo tiempo para despedirnos.
Recibimos la posta para seguir adelante.

El asma de mi hermana muerta
es algo que todavía me persigue.
Su tos hacía llorar
la piel de las auroras.
Mi hermano menor nació enfermo.
No conoció la sonrisa.
De él sólo conozco su nombre: Gorki.
Cuando murió Gorki
mi padre se había olvidado del llanto
y nosotros nos quedamos
con las palabras guardadas.

Todo sucedió en un invierno gris.

Después de todo nos preguntamos
cómo pudimos salvar el escollo.

Hoy para no tocar las arrugas de mi madre
casi siempre la contemplo de lejos.
Cuando llega el domingo
la beso en la frente.

Mi infancia fue tan larga
como la tos de mi pueblo.
Por eso a veces inconscientemente
me pongo a jugar con los niños.

Yo he lanzado al viento
a los niños de mi barrio.

El rostro de la guerra

«Los caballos eran en la guerra más felices que nosotros los soldados, porque aunque ellos también soportaban la guerra como nosotros, por lo menos no se los obligaba a creer en ella. Desgraciados, pero libres los caballos»
–Celine

«El mundo nos ha dejado como herencia una guerra por dentro»
–Horacio Hidrovo Peñaherrera

No es que me asuste la guerra,
es el hecho que me disminuye.
Cuando pienso en la guerra
creo que todavía no hemos crecido.

Con la mano derecha
aprendimos a escribir.
También la guerra
se dispara con la mano derecha.

No hay duda
que un Marsault
nos grita por dentro.

Deberíamos comenzar de nuevo.
A veces es bueno retornar.
Volver
y descansar sobre el pasado.
Un cuaderno para dibujar.
Un lápiz para escribir.

O cultivar la tierra.

Manos que siembran
serán siempre manos puras.
Manos que cosechan
serán siempre manos limpias.
Y las manos limpias
se pueden mostrar.

Retornemos al campo.
Crucemos los ríos de la infancia.
Recibamos el viento
de los cañaverales.
Dejemos que se acerquen los pájaros.

La naturaleza nos hará de nuevo buenos.

Hoy no quiero que me hablen de Vietnam
porque ayer estuve llorando por Vietnam.
Estoy a punto de que me estallen los oídos.

Hoy no.

Mejor es abrir la puerta.
Escapar.
Salir a la calle.
Caminar libremente
sin apresurar el paso.
Respirar
hasta llenar los pulmones.

Quisiera extender los brazos.

La guerra está en nosotros mismos.
Por eso quiero escapar.

Si lloviera hoy fuera mejor.
Me mojaría con la lluvia.

La lluvia se parece a un hombre bueno.
Hoy más que nunca
quisiera llevarme la esperanza de los ceibos.

Sería bueno subir a la colina.
Contemplar el valle.
Irme imaginariamente con el río.
Algo mágico tienen los ríos.

A las seis de la tarde
pasan las golondrinas
y el viento nos deja una caricia.

No me detengan.
Desde un sitio verde puedo pensar
que el mundo de la mañana será bueno.
Ya no estaremos presentes.
Es cierto.
Pero estarán presentes nuestros hijos.

Natacha

A mi hija Natacha
que llora cuando se muere un perro.

Perdóname Natacha.
Hoy no pude contestar tus preguntas.
No me preguntes
por qué mueren los niños.
Mejor es que sigas jugando.
Es una buena manera
para que los niños ignoren muchas cosas.

Natacha tiene siete años.
Es el juguete alegre de la casa.
Me dice que no quiere crecer.

Natacha, mi hija menor,
se duerme con las muñecas.
Y cuando llega el domingo
se viste como las muñecas.

En Vietnam
los niños no tienen ni tiempo ni edad.
Crecen y no crecen.
No existe la palabra ternura.

La letra a de Natacha
se parece a la letra a de mi padre.
Mi padre dejó una ternura guardada
para mis hijos.
Hoy mi padre no es un recuerdo.
Es el amigo que siempre regresa.
El señor que entra sin golpear la puerta.

Las manos de mi padre
cultivaron el rostro de los niños.

Carta de Natacha al hermano distante

«Si no existiera la palabra hijo, buscaría una nueva palabra. Una palabra que sea pura como el viento»
–Horacio Hidrovo Peñaherrera

En cada hijo nuestro
el hombre universal
se prolonga:
nuestra palabra,
nuestra vitalidad.
Pero sobre todo,
en cada hijo nuestro,
hay una vida renovada.

En el otoño
las hojas caen
pero vuelve la tierra
a nutrirse de ellas.

Ningún árbol muere.
Cuando cae
las raíces quedan sobre el viento.
Y nosotros
nos nutrimos del viento.

La carta

Querido hermano:
Te escribo
porque estoy triste.
Si en Alemania hay muñecas,
no te olvides de comprarme una.
Una de trenzas largas.
Te cuento que mi hermana
no quiere jugar conmigo.
El gato se murió.
Yo jugaba con el gato.
Elías, mi compañero, se murió.
Mi madre nos compró flores.
Yo no quiero morirme.

Te besa,
Natacha.

Un niño se ha muerto en la ciudad

A Elías Velásquez,
que teniendo piernas no pudo caminar

Cuando pasen
el cadáver del niño Elías,
por favor, me avisan para esconderme.
Y si alguien pregunta por mí,
digan que no estoy.
Digan cualquier cosa.

Aquí también hay otro Vietnam.

La tarde siempre cae en la ciudad
con el entierro de un niño pobre.

Los niños por instinto
detienen el juego de la pelota.

Poema a un niño paralítico

Estoy seguro niño Elías
que en tus manos
hubieran sido más bellas las cometas
y que en tus piernas
hubieran muerto todos los relojes.
Estoy tan seguro,
como el beso tierno de Tatiana
que tiene la ternura de la hierba,
que si algún día hubieras caminado
hubiera sido más roja la protesta.
Sí, niño Elías.
Tenía que escribir para ti este poema
porque cuando pienso que te has muerto
corro como un loco en busca de mis hijos.
¿Por qué se murieron tus piernas
niño Elías?
Si todavía hay caminos en el mundo,
si con las piernas pisamos las auroras
si hay que saltar todas las barreras
para que el pan llegue a nuestra puerta.
y pensar que te mintió el maestro
diciéndote que los niños nunca mueren…

Los niños

«Es muy difícil saber lo que sucede en el cerebro de un niño; pero es imposible saber lo que sucederá en en él»
–Bernanos

Una pelota de todos los colores
va rodando por la calle.
Un niño la persigue.

Sobre las casas humildes
están volando las cometas.

Agosto se parece a los niños.

El circo ha llegado al pueblo.
Desde los barrios humildes
parece un regalo del cielo.

Esta Natacha es grande.
Cada vez que pinta
hace una escalera al cielo.
Cuando está triste Natacha
pinta el Sol de color gris.
Esta Natacha es grande
cuando se va a la escuela
va saltando por la calle.

Vietnam me duele por dentro…

Epitafio en Vietnam:

Aquí murió un niño
con una pelota en las manos.

Conmigo mismo

«Es menester que los hombres tengan ideas, suele decirse. Yo, sin negar esto, diría más bien: es menester que las ideas tengan hombres»
–Unamuno

Si me dieran un sitio
sembraría un árbol.
Y si lo viera crecer
entonces sería más bella la vida.

El mundo de hoy
es un estado de sitio.

Los niños quisieran saltar la muralla.
Trepar el horizonte.
Contar las estrellas.

Hoy quisiera respirar fuertemente.
Respirar mientras camino.
El viento de la tarde
me limpia la cara.
Quisiera en verdad
cruzar el camino más largo.
Pero más allá hay una muralla.
Y más allá hay otra muralla.
Siempre hay algo que nos ataja.

Cuando pasan las aves
pienso en las ciudades.

Las torres de la catedral
son blancas por fuera…
De pequeño me parecían inalcanzables.
Para entonces
yo era un niño enfermo.

Las noticias del cable

«Nadie puede corregir bien una cosa mal hecha»
–Aristóteles

Un hospital de niños
fue bombardeado en Vietnam.
Mañana Bob Hope
hará reír a los soldados.

¿De qué color
será la muerte de los niños?

Por equivocación
una escuela fue bombardeada en Vietnam.

¡Siempre los niños!

A veces se mueren
sin conocer los colores.
En Guayaquil
a un recluso le preguntan:
¿De no ser persona
qué hubiera querido ser?
–Pájaro, porque aunque hubiera tenido
mala suerte
de caer en los hilos de una jaula,
me hubiera quedado el consuelo de silbar.

Cassius Clay no fue a la guerra.
Cassius Clay se quedó sin corona.

Cuando Cassius Clay llega a una ciudad
recibe flores de los niños.

Decreto contra Cassius Clay:
Te sentenciamos a perder por dos años
Los derechos de ciudadanía.

Decreto de los pueblos del mundo
a favor de Cassius Clay:
Te declaramos ciudadano universal.

Declaración de los niños vietnamitas:
¡Gracias, Cassius Clay!

Los niños que no saben escribir
dibujan una paloma blanca.

¿Cuántos niños vietnamitas
te deben la vida Cassius Clay?

Un soldado norteamericano
perdió la vida en el aeropuerto de Da-Nang.
Regresaba a su patria
en goce de vacaciones.
En la mano le encontraron
la foto de su hijo James.

Paz en la tumba del soldado norteamericano.
Pienso que también fue un niño…

Consigna sobre un muro:
Por cada soldado
que no vaya a Vietnam
crecerán cien niños.

En corazón de un barrio

«No hay más que una manera de felicidad: vivir para los demás»
–Tolstoi

Un pájaro solitario
pasa silbando en la tarde.

Para un niño que ha muerto,
flores blancas.

La tumba de mi padre
tiene siempre flores rojas.
Es que mi padre vivió protestando.

Se ha muerto La Negra Dolores,
la lavandera del pueblo.

«El progresista» del pueblo
se ha muerto con cáncer en los huesos.
En la vieja catedral
habrá misa de cuerpo presente.

La hija de La Negra Dolores
se ganó la Medalla de Oro.
De esto los diarios no dicen nada.
Discurso de agradecimiento:
Mi triunfo lo dedico
a la memoria de mi madre
que se pasó lavando la ropa de los ricos.

Cosas de la ciudad

«El hombre es algo que ha de ser superado. ¿Qué habéis hecho vosotros para superar al hombre?»
–Nietzsche

La casa de Juan Macías
tiene cuatro paredes de caña.

Cuatro niños descalzos
juegan a la pelota.

Tres cometas muy altas
llevan los colores de la Patria.

Juan Macías no tiene jubilación.

A las seis de la tarde
bajan los estudiantes
de los barrios humildes.

Los niños aprenden la lección de memoria:
El castellano es nuestro idioma nacional…
Nuestros antepasados hablaron el quichua.
Nacional es todo aquello que es propio del lugar.

En grandes titulares:
«Seamos más ecuatorianos aprendiendo quichua».

Reflexión

«El mundo está lleno de caminos pero todos están interceptados»
–Noel Claraso

No sé por qué somos buenos a las seis de la tarde.
El viento, la hierba, un pájaro cercano.
Y desde aquí el viejo cauce del río.

Siempre fui amigo de los ríos.
Whitman tiene una voz mineral.

Hojas de Hierba es la Biblia
con la cual todos amanecemos.

Poema de un niño vietnamita

Un niño vietnamita
no puede jugar con la hierba.

Un niño vietnamita
murió sin conocer las estrellas.

Toma de mi cielo
una estrella, niño vietnamita
y anda a jugar con ella.

Toma de mi horizonte una cuerda
y anda a saltar con ella.

No podría recordar
cuántas veces he conversado con las estrellas.
Creo que hasta conocen mi nombre.

Aquella estrella que se mueve
se parece a mi hija Natacha.

Y aquella que está en el mismo sitio
se parece a mi hija Tatiana.

La estrella lejana
pero que siempre regresa
es como mi hijo distante.

Y la estrella que no se lava la cara
se parece a Patricio.
Patricio es un niño que desayuna
en las calles de la ciudad.
Las colinas son los balcones de la ciudad.
Aquí me siento bien,
aunque a veces triste.

Los niños del Barrio San Pablo van trepando la loma.

No hay necesidad de un libro.

El rostro de la ciudad
es un libro no escrito todavía.

Por la colina de Andrés de Vera
bajan el cadáver de un niño.
Siempre es larga la travesía.

La pobreza de los barrios
es como una mano extendida.
Sin embargo, aquí,
podrían desayunar todos los niños vietnamitas.

En Vietnam la esperanza debe crecer
para que no sea más alta, la pobreza.

Estallan las bombas y recuerdo a Bertrand Russell.
¡Oh, Bertrand Russell, caminante de la paz,
los niños del mundo te conocen!

Mitin

«En cada mitin hay un cartel que dice algo»
–Horacio Hidrovo Peñaherrera

¡En vez de bombas, escuelas!
¡Telescopios para mirar las estrellas!
¡No apunten a los cuadernos!
¡Queremos lápices para escribir poemas!

Un alto al fuego en Vietnam
debe ser el tiempo necesario
para que un soldado vietnamita
conozca a su hijo recién nacido.

O para que un soldado vietnamita
vuelva a sembrar arroz
sobre una tonelada de bombas.

Es posible que un pájaro errante
sea un pájaro vietnamita.

Vendedor de lotería

Andan por las calles de América

Poema estremecido
a un niño vendedor de lotería

Las calles abren sus pestañas con tu grito
y no hay reloj que apague tu voz.
El miércoles te lanza piedras en el alma
y a las seis de la tarde te arrimas al silencio.

Multiplicas tus sueños con billetes de viento
y tu grito es una moneda gastada
que cae a tus pulmones.
Llevas en tus manos la suerte de los ricos
y en tu camisa rota el salario de los pobres.

La esperanza tiene un sólo idioma

Mañana podremos correr con los ojos cerrados.
Y de seguro que no tropezaremos.
Saltaremos como grandes atletas
los horizontes del mundo.

Pero hoy
debemos apagar la garganta de la guerra.

Mañana como de costumbre
besaré la frente de mis hijos.

Comprendan bien,
es una manera de besar la frente
de un niño vietnamita!

Epílogo

La guerra es lo único que no cambia de máscara.

Horacio Hidrovo Peñaherrera
manabita; 1931 - 2012