Descripción del mar de venus

(Ficción Poética y Moral)

De Memnón en el reino floreciente,
donde entre rosas, llama brilladora,
con bostezos de nácar al oriente
se asoma el sol en brazos de la aurora,
cuando, risueño, la estación luciente
del celeste zafir purpúreo dora,
y, fogoso bajel, trasmonta bellas
ondas de luz en piélagos de estrellas,

el Mar de Venus yace, que encendido,
encrespando los rizos de su frente,
ondas eleva que formó Cupido
de adusto aljófar, de cristal ardiente.
En llamas hierve el golfo, y convertido
en torpe hoguera su voraz torrente,
risueñas brillan con incendio ciego
espumas rojas en un mar de fuego.

Abrasado en el golfo es un cometa
cada brillante pez, y con iguales
rayos que emulan al mayor planeta
los escollos se cambian en fanales:
nada de Venus el ardor respeta,
escollos, peces, ondas ni cristales;
y, luceros del mar, arden serenas
de Cupido en el fuego aun las arenas.

Este, pues, golfo habitación profunda
de halagüeñas sirenas siempre ha sido,
arqueros del amor, en quienes funda
su imperio Venus, su poder Cupido;
que dulces vibran con acción fecunda
de apacible veneno arpón teñido,
y a los esfuerzos de su acero impuros
arrojan sangre aun los peñascos duros.

¡Oh a cuántos necios el mentido halago
de este mar enamora sin sosiego,
y, mariposas de su mismo estrago,
la muerte beben en un dulce fuego!
¡Oh cuántas naves, de este obsceno lago
despojo fueron al impulso ciego,
revelando su ruina a las orillas
sangrientos trozos de deshechas quillas!

Aquí la madre del Amor navega,
que si riza las ondas o el mar bruma,
con lo halagüeño de su vista anega
en luz el aire y en ardor la espuma:
Venus, divina Venus a quien llega
de las tres Gracias la belleza suma
confusa al verla, matizando ufano
arpón dorado su nevada mano.

Su nave es una concha brilladora
que de nácar y púrpura formada,
o es, constelado, el llanto de la aurora
o es la risa del cielo congelada:
su proa argenta, si su popa dora
de luz y aljófar copia enamorada;
y si gira las ondas, es en ella
Venus la perla de esta concha bella.

Aquí Cupido, de este mar pirata,
del arco ebúrneo fatigando el seno,
en suaves dardos de bruñida plata
dispara dulce su mortal veneno;
y tanto el ciego flechador maltrata
del convexo marfil la cuerda o freno,
que, siendo el blanco humanos corazones,
anega al mundo en piélagos de arpones.

En esta, pues, galera de Cupido
se miran muchos del amor forzados,
que en dulce llanto y apacible ruido
gimen al remo, de una flecha atados,
y del numen rapaz, terror de Gnido,
siendo azote su cuerda, amenazados,
con eco alterno, con clamor profundo,
juran a Venus por deidad del mundo.

Enamorados de sus graves penas,
de un dardo y otro al golpe repetido,
forman del nácar que latió en sus venas
víctima a Venus de carmín vertido;
y de las bellas de su amor sirenas
al fatal silbo dulcemente oído,
sulcan gustosos con trabajo sumo
golfos de fuego en remolinos de humo.

En copas de oro que el amor propina,
un néctar liban de dulzuras lleno,
en el cual Venus a su sed destina
veneno dulce, pero cruel veneno;
y el dios vendado, que áspid se reclina
en el catre florido de su seno,
en suave llama su ponzoña miente
para entrañarles hasta el alma el diente.

A estos cautivos cada ninfa ingrata,
Circe hechicera, brinda dulcemente
en manos de cristal prisión de plata,
y en labios de carmín ponzoña ardiente;
cadena de oro con que amor los ata
es el pelo, desdén de ofir luciente,
que en las costas de amor estas sirenas
son causa hermosa de un Argel de penas.

En el purpúreo rosicler sediento
que risueño en sus labios liba grana,
tiñe sus dardos de carmín sangriento
el lince, nieto de la espuma cana.
Y de amor los cautivos, al violento
fogoso impulso de la flecha insana,
ríen y lloran, porque están de modo
que nada sienten y lo sienten todo.

¡Oh infelices forzados de la impura
madre del numen faretrado y ciego!
¿este tormento lo juzgáis dulzura?
¿refrigerio fingís que es este fuego?
¿por acierto tenéis esta locura?
¿esta inquietud amáis como sosiego?
¡Oh, cuánto os ciega vuestro amor! ¡oh, cuánto
la copa un día colmaréis con llanto!

Juan Bautista Aguirre, S.J.
dauleño; 1725-1786