Llanto de la naturaleza humana

(Después de su caída por Adán)

De su infelice suerte
naturaleza humana congojada,
del árbol de la muerte
al yerto tronco estaba recostada;
y si el curso del llanto suspendiera, 

aun más helados tronco pareciera.

¿Hasta cuándo, hasta cuándo
(clamaba triste) el mal que me atormenta
su fuerza irá aumentando,
que, aunque infinita, por mi mal se aumenta?

¿hasta cuándo querrá mi mal supremo 
mostrar que admite más y más lo extremo?

Mas si suele en el llanto
hallar tal vez consuelo un afligido, 

arroje mi quebranto
ayes del alma con mortal gemido,

 canten mis ojos, y sus melodías
tan tristes suenen que parezcan mías.


Pero ¡ay! ¡ay! que son tales
las crueles penas que en el alma siento, 

que a publicar mis males
de mis ojos no basta el instrumento;
y así, por dar el lleno a mis enojos,
en vez de llanto lloraré los ojos.


Yo fui aquella dichosa
formada a esfuerzos de un milagro, aquella 

criatura venturosa,
copia de Dios y copia la más bella;
yo fui ¡ay dolor! aquella peregrina
centella hermosa de la luz divina.


Yo fui la que al esmero
del más sublime numen delineada, 

en mi instante primero
de mil prodigios me miré formada;
mas ¡ay! que si esto fui, todo ha pasado, 
y en mí, de mí, la sombra no ha quedado.

Mi antigua llamarada
tan breve se apagó, con tal presteza,

que, convertida en nada,
antes que llama se miró pavesa; 

pues sólo ardió mi luz aquel instante 
que a dar ser a mi nada fue bastante.

Esta mi pena ha sido,
y esta pena importuna de tal suerte 

con el alma se ha unido,
que aun no la puede separar la muerte,

pues cuanto a mitigarla se apercibe
en ella muere, y ella en todo vive.


Y así en tales enojos
apelo sólo por remedio al llanto. 

Lloren tristes los ojos
mi imposible dolor, y lloren tanto, 

que al ver absorto mi dolor profundo, 
valle del llanto se apellide el mundo.

Lloraré eternamente
la antigua dicha de que fui halagada, 

aun más que el mal presente;
pues, porque fui feliz soy desdichada. 

Dijo, y rendida al grave sentimiento, 
en el dolor se destempló el acento. 

(Rimas premiadas en primer lugar en un certamen cuyo asunto era el nacimiento del Niño Jesús)

Juan Bautista Aguirre, S.J.
dauleño; 1725-1786