Un espacio pequeño donde pueda
cobijar esta paz que me rescata.
Estas viejas sandalias y una mata
de verdor para el aire que me queda.
Y una hamaca colgando en la arboleda
donde el suelto que arrimo se desata.
Esas dos esmeraldas de la gata
y mi perra lamiéndose su seda.
El árbol tierno de los días grises
esparciendo en el aire sus ratees
y un silencio bebiendo melodía.
Un amor que se vuelve golondrina
y en la ventana siempre una colina
que con su tierra me amará algún día.
Gonzalo Espinel Cedeño
guayaquileño; 1937-2019