Los rostros del amor

Siempre el amor fue manantial de vida.
Fragante viento por la azul mañana.
Maletero de viaje en la ventana.
Relámpago en la noche estremecida.

Y volcán para el pecho donde anida.
Néctar de Sol para la flor temprana.
Árbol con alas. Golondrina hermana.
lluvia de paz para lavar la herida.

Ah, quién pudiera conservar la llama
purísima del sueño cuando se ama
y no como agoniza sobre un leño.

Porque alentamos la explosión del fuego
y en el ocaso del orgasmo ciego,
se vuelve hastío lo que fuera un sueño.

Gonzalo Espinel Cedeño
guayaquileño; 1937-2019