Oda a la mujer más fea que he visto

A D. Miguel Álvarez Ferreiro

Érase una vez, hace muy poco,
una ruin señorita
que era tan bella como un moco.
Y pues la pobrecita
tan poco hermosísima
era que no le decían Fïona
mas, si no, Fionsísima,
y al nombrarla quedaba en la lona.

Esculpida por el cincel del terror;
un día en el cine
pidió el ogro derechos de autor.
No hay quién la afine.
Se dañó su sonrisa
pues dentadura al asomarse
planificó con prisa,
sin saber los dientes do encontrarse.

La acariciaban sólo los mancos...
Fea hasta la médula
que le permitieron dejar en blanco
la foto de la cédula;
bien la ninguneaban
que aun en los retratos familiares 
la cámara le daban
para que la foto no se dañare.

Más fea que comer parado era.
El más álgido punto
si algún feómetro existiera.
Tan grave el asunto,
habrá quién se conmueva:
¿será que Dios la hizo de improvisto?
La muerte no te lleva
si es lo último que tú has visto.

Por ser tan fea se corrió el rumor
que Dios no existía
o que tenía sentido del humor.
Y hasta se sentía
que era espantosa
cuando por teléfono te hablaba.
Sí era más hermosa
cuando con betún se maquillaba.

Arte abstracta sin ir al museo,
pues al mismo Guernica
hacía parecer de veraneo;
Holofernes achica,
y cobra al fin sentido
hasta La tentación de San Antonio.
Jacobo desdormido
lva co Bosch del Jardín al manicomio.

Menos aceptable que un desamor.
A la hora de comer
se abrazaba la vianda al tenedor
por en ella no caer.
El cuco se le esconde.
Los médicos la quisieron operar
sin saber bien por donde
empezarla a la pobre enmendar.

Menos salero que agua insulsa.
Un día al retratarla
prefirió el pintor ver a Medusa
antes que malmirarla.
Para ojo, arena.
El día de brujas lo que la gente
le daba era pena.
Más fea que la cerveza caliente.

La censuran en horario infantil.
Su feor tiene brillo.
La besó el renacuajo más gil
y convirtiose en grillo.
Al ponerse a borrar
las fotos en las que ella mal salió
se tuvo que sincerar
y la cámara, aun nueva, botó.

Pero, quién diría, logró encontrar
hacerse de marido,
quizás para a las otras demostrar
que darse por vencido
no se puede aceptar.
Dicen de él que era masoquista
otros tratan de acotar
que el gringo estaba mal de la vista

e igual todos tenían razón.
Se casó sin esperar esperar
pero ocurriole sin dilación
que el maldito le empezó a pegar.
Injusta opinión
de quien dijo que sí se le notaba
que era el palizón
sólo para ver si la arreglaba.

Ella no aguantó y regresó
con la hija que tuvieron.
Y el tiempo, como siempre, voló,
quince años cumplieron
de volverse aquí
y no sé con qué fortuna rarísima
o si el padre es Brad Pitt
la hija le salió pero guapísima.

Aunque siempre haya perro que ladre
y salga con el rumor
de que la fea no sea la madre
aseguro sin temor
son falsedades todas:
era su esposa, no su empleada;
la verdad incomoda
pero debe ser siempre escuchada.

Como la madre salió muy celosa
y a su hija no le falta
bondad en su hechura muy hermosa
pretendientes le saltan,
mas mami los espanta
con su cara, que es bien horrorosa
y tanto se contrasta
con su quinceañera primorosa.

No podrá jamás explicar la ciencia
por que rara fortuna 
la causa y la cura de la impotencia
van cual si fueran una.
Espero sea fuerte
quien por suegra a la fea elija
mas envidio la suerte
de quien ponga a la hija sortija.

Podrán, si quieren, decir que yo miento,
que está embelecido,
pero tal como pasó yo lo cuento.
Únicamente pido
a un amigo común
contarle cómo salieron los hijos
al buen joven aún,
siempre fiel, Jorge Luis Pérez Armijos.

14 de febrero de 2015