Desolación

He muerto para ti. Pero no hay duda
que fue tu amor tan puro como un cielo
y que tu mano de impiedad desnuda
me dio a beber la fuente del consuelo.

Hoy me atormenta una tristeza muda
y abrasadora como lava ardiente.
Hoy mi recuerdo a mi dolor se anuda
para clavara espinas en mi frente.

Lejano amor, ¡oh adoración tan alta!,
me siento solo, tu piedad me falta.
Y suspirando, el panorama abarco

tal como un viejo capitán marino
que se abandona tristemente al vino
desde la noche que perdió su barco.

Vicente Amador Flor Cedeño
portovejense; 1902-1975