Solines

Compañero ausente por imperceptibles espacios;
camarada de hasta luegos sin despedida,
el agnado que regresó más rápido;
el alquimista de tiempos en risas.

El quimérico de la objetividad tras bastidores,
el viajero que viste a Montaña de luto,
cuando aquel huye a sus espaldas,
mientras ella pide que no se vaya,
¡no sin tomarse un último ron!
uno con sabor a madera y poeta,
mientras bailamos penas invisibles,
zumbando hielos en todas sus veredas.

Confesionario obligatorio de alguna lágrima,
institutor de las resacas curtidas
marinando jaquecas huyendo al día,
el mejor de mis amigos,
el relicario de sinvergüencerías,
el más sincero de mis críticos,
rapsoda y sabueso de mentiras.

El apellido hecho sinónimo de lealtad,
carajillo al son de una puta amanecida,
la tinta del tintero de esta sobria bohemia,
la prudencia de la bala lanzada y jamás perdida.

¿Te acuerdas que galopamos las de Caín?
yo recuerdo el consuelo perpetuo de tu abrazo
¿te acuerdas que fuimos y somos nuestro Abel?
recuerdo que esta vida te bautizó como mi hermano.

César Poveda
guayaquileño; 1987 -