Calle Villamil

Cae de los aleros sobre la estrecha vía,
una larga sombra húmeda en el aire pesado,
una pena opresora, una melancolía
contra la que no puede nada el sol enclaustrado.

Y es dolor mayor, al áureo mediodía,
mirar el cielo azul y la calle fangosa
y ver, cómo a través de angosta celosía,
un palmo de la inmensa bóveda luminosa.

¡Ah!, pero en las celestes noches aurinevadas
De luna, qué lirismo a en la oscura calleja,
y en las casas que fingen ancianas inclinadas.

Qué leyendas se evocan si de un portal oscuro,
a la luz de un farol, se proyecta en el muro
la sombra de un transeúnte que se aleja.

Medardo Ángel Silva
guayaquileño; 1898-1919