Qué fuerte es, en la tarde silenciosa
pensar en los ausentes
y mirar que en el alma nuestros sueños
como [rostros] palidecen.
Yo me siento a la orilla del arroyo
donde los lirios crecen
y al impulso del agua cristalina
se entreabren y se [mueven].
Y en medio del silencio de la tarde
un acento solemne
murmura dulcemente a mis oídos
«no importa, te ama siempre…
Mercedes González de Moscoso
guayaquileña; 1860-1911