I
¿Anhelas ver el hosco misterio que me enturbia?
Pues, sube a mí luciendo silencio y paz de claustro.
Aunque si no has soñado más que cosas posibles,
bien poco ha de valerte despetalar lo abstracto.
Yo soy un cielo trágico oscuro a lente y sonda.
No intentes entenderme… no quiero hacerte daño.
¡Mejor rimemos la hora con la ignara inocencia,
igual que el angelito guardián de nuestros pasos!
II
Llevo abiertas las llagas del dolor cotidiano,
difundiendo ese verso sembrador de acritudes,
como aquel loco hereje que al gustar lo malsano
fue arrojando sofismos que estrangulan virtudes.
Y zozobro en parajes donde el crápula impera,
desahuciado por todos y escribiendo congojas:
pues allá en el Averno –donde nadie me espera–
mi difunta esperanza yergue su árbol sin hojas!
guayaquileño