Erranza lejana

En vano he mostrado a los cielos una hosca mirada,
un puño crispado que, luego, más flojo ha caído;
el ave siquiera tiene alas, el árbol un nido,
y yo ni esperanzas, ni anhelos, ni cantos, ni nada.

El grito que a veces se escapa se va con el viento
y lejos… la burla del eco convierte en gemido.
El mar tiene horas de clama silencio y olvido
y yo ni descanso, ni tregua, ni fuerza, ni aliento.

Por eso, aunque hollaran mis planas alfombras de raso,
ya nada me atrae, ya nada me gusta, ya nada me alegra;
ni canto a la aurora, ni río a la tarde, ni sueño al ocaso.

Muy triste, muy solo, a medida que el sueño retumba,
por entre las densas tinieblas de noche tan negra,
yo soy un viajero que busca posada en la tumba.

Félix Valencia
latacungueño; 188?-1918