¡Qué triste es ver que el corazón que un día
palpitó junto al nuestro, enamorado,
desciende incontenible en su agonía
y se queda después quieto y callado!
¡Saber que al ser al cual tanto se ha amado,
la mano del destino le extravía,
saber que inútilmente se ha llorado
y saber que no existe un «todavía»!
Tener que contentarse, alegre y fuerte,
con lo poco que el mundo le ha ofrecido
por más consuelo y paz que se ha pedido;
¡Tener que soportar sin un gemido
hasta el feliz momento en la muerte
cambie, con su sudario, nuestra suerte…!
Juan Francisco Charvet
¿ecuatoriano?