Bello está el día. El sol resplandeciente
suspenso en la mitad de su carrera,
inundando de luz toda la esfera
trémula, lanza su mirada ardiente.
Al reflejo del éter transparente
el árbol nacarado, reverbera;
y el ámbar de su hojosa cabellera
el campo llena de oloroso ambiente.
Mas, ¿qué me importa a mí la luz del día;
qué su espléndida pompa y galanura,
si cubierta de luto el alma mía
al eclipse mortal de tu hermosura,
llevo en perpetua y fúnebre agonía
el corazón repleto de amargura?
Miguel Ángel Corral
1833-1883